SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
1 DE AGOSTO
San Alfonso nació cerca de Nápoles el 27 de septiembre de
1696. Siendo aún niño fue visitado por San Francisco Jerónimo el cual lo
bendijo y predijo para él grandes bendiciones y sabiduría. A los 16 años, caso excepcional
obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas
sobresalientes en todos sus estudios.
Para conservar la pureza de su alma escogió un director
espiritual, visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción
a la Virgen y huía de todos los que tuvieran malas conversaciones.
Su padre, que deseaba hacer de él un brillante político,
lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender música, artes y detalles de
la vida caballeresca. Como abogado, el santo obtenía importantes triunfos; sin
embargo, no lo dejaba satisfecho ante el gran peligro que en el mundo existe de
ofender a Dios.Por revelación divina, San Alfonso abandona todo y decide convertirse en apóstol incansable del Señor Jesús. La tarea no fue fácil; tuvo que enfrentar, con gran lucha espiritual, a su padre y familia, a sus amigos y así mismo. Al fin, a los 30 años de edad logra ser ordenado sacerdote, y desde entonces se dedicó a trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades, a quienes les enseñaba el catecismo.
El 9 de noviembre de 1752 fundó, junto con otros sacerdotes, la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres Redentoristas), y siguiendo el ejemplo de Jesús se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el evangelio. Por 30 años, con su equipo de misioneros, el santo recorrió campos, pueblos, ciudades, provincias, permaneciendo en cada sitio 10 o 15 días predicando, para que no quedara ningún grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente.
San Alfonso fue un escritor muy prolífico; al morir dejó 111 libros y opúsculos impresos y 2 mil manuscritos. Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras.
En 1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Águeda. San Alfonso, quien no deseaba asumir el cargo, aceptó con humildad y obediencia, permaneciendo al frente de la diócesis por 13 años donde predicó el Evangelio, formó grupos de misioneros y dio catequesis a los más pequeños y necesitados.
Sus últimos años fueron llenos de sufrimientos y enfermedades dolorosas; el santo soportó pacientemente todos estos males, rezando siempre por la conversión de los pecadores y por su propia santidad. San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787, a la edad de 90 años. El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de la Iglesia en 1875.
SAN JUAN MARIA VIANNEY
4 DE AGOSTO
Juan Bautista María Vianney reanudó entonces sus estudios en Ecully. En 1812 fue enviado al seminario de Verrieres; estaba tan mal en latín que se vio forzado a seguir el curso de filosofía en francés. Suspendió el examen de ingreso al seminario propiamente dicho, pero en un nuevo examen tres meses más tarde aprobó. El 13 de Agosto de 1815 fue ordenado sacerdote por Monseñor Simon, obispo de Grenoble. Sus dificultades en los estudios preparatorios parecen haberse debido a una falta de flexibilidad mental al tratar con la teoría como algo distinto de la práctica - una falta justificada por la insuficiencia de su primera escolarización, la avanzada edad a la que comenzó a estudiar, el hecho de no tener más que una inteligencia mediana, y que estuviera muy adelantado en ciencia espiritual y en la práctica de la virtud mucho antes de que llegara a estudiarla en abstracto. Fue enviado a Ecully como ayudante de M. Balley, quien fue el primero en reconocer y animar su vocación, que le instó a perseverar cuando los obstáculos en su camino le parecían insuperables, que intercedió ante los examinadores cuando suspendió el ingreso en el seminario mayor, y que era su modelo tanto como su preceptor y protector. En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de párroco en esta remota aldea francesa en las que el "cura de Ars" se hizo conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le llamó "La Providencia" y fue el modelo de instituciones similares establecidas más tarde por toda Francia. El propio Vianney instruía a las niñas de "La Providencia" en el catecismo, y estas enseñanzas catequéticas llegaron a ser tan populares que al final se daban todos los días en la iglesia a grandes multitudes. "La Providencia" fue la obra favorita del "cura de Ars", pero, aunque tuvo éxito, fue cerrada en 1847, porque el santo cura pensaba que no estaba justificado mantenerla frente a la oposición de mucha buena gente. Su cierre fue una pesada prueba para él.
Pero la principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque "las almas le esperaban allí". Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al santo cura y oír su enseñanza cotidiana. El Venerable Padre Colin se ordenó diácono al mismo tiempo, y fue su amigo de toda la vida, mientras que la Madre Marie de la Providence fundaba las hermanas auxiliadoras de las ánimas del purgatorio por su consejo y con su constante aliento. Su dirección se caracterizaba por el sentido común, su notable perspicacia, y conocimiento sobrenatural. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia tanto por su modo de comportarse y apariencia como por sus palabras, pues al final, su voz era casi inaudible Los milagros registrados por sus biógrafos son de tres clases:
En primer lugar, la obtención de dinero para sus limosnas y alimento para sus huérfanos; en segundo lugar, conocimiento sobrenatural del pasado y del futuro; en tercer lugar, curación de enfermos, especialmente niños.
El mayor milagro de todos fue su vida. Practicó la
mortificación desde su primera juventud, y durante cuarenta años su
alimentación y su descanso fueron insuficientes, humanamente hablando, para
mantener su vida. Y aun así, trabajaba incesantemente, con inagotable humildad,
amabilidad, paciencia, y buen humor, hasta que tuvo más de setenta y tres años.
El 3 de Octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue
proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de Enero de 1905, fue inscrito entre los
Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial.
DEDICACIÓN DE LA BASILIQUE DE SANTA
MARIA
5 DE AGOSTO
La Basílica Santa María la Mayor es la más grande
dedicada a la Virgen María en Roma. Fue construida tiempo después del Concilio
de Éfeso (431), en el que Nuestra Señora fue proclamada Madre de Dios.
El Papa Sixto III mandó erigir el templo sobre el monte
Esquilino y cada 5 de agosto se celebra la consagración de esta famosa iglesia,
la más antigua en occidente dedicada a la Virgen.
Durante siglos la Basílica de Santa María la Mayor ha
sido embellecida y adornada. Los mosaicos de la parte cercana al altar y de las
paredes de la nave son de los más finos de Roma y representan escenas de la
vida de la Virgen María. El techo está decorado con el primer oro que Colón
llevó de América.
En esta Basílica se encuentra también una imagen mariana
con el título de Virgen María, salvadora del pueblo romano, la “Salus Populi
Romani”, que en varias situaciones de gran necesidad se le ha sacado en
procesión. En una ocasión acabó con una plaga en Roma.
San Juan Pablo II desde el comienzo de su pontificado
quiso que una lámpara estuviera encendida bajo este ícono mariano como muestra
de su gran devoción.
El Papa Francisco antes de emprender un viaje
internacional y al retornar a Italia se dirige a la Basílica de Santa María la
Mayor, deja un ramo de flores al pie de la imagen mariana y se detiene en un
momento de oración
La Basílica es también conocida como la Iglesia de Santa María de las
Nieves por un milagro que
se produjo vinculado a esta advocación, Basílica Liberiana en memoria del Papa
Liberio que fue quien la consagró y como Iglesia de Santa María de la Cuna
porque según la tradición allí se conserva un fragmento de la cuna del Niño
Jesús que trajo Santa Elena.
En Roma existen cuatro Basílicas mayores de gran
importancia por la historia y riqueza espiritual que encierran. Santa María la
Mayor es una de ellas. Las otras tres son la Basílica de San Pedro, la Basílica
de San Juan de Letrán y la Basílica de San Pablo Extramuros.
TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
6 DE AGOSTO
Esta fiesta recuerda la escena en que Jesús, en la
cima del monte Tabor, se apareció vestido de gloria, hablando con Moisés y
Elías ante sus tres discípulos preferidos, Pedro, Juan y Santiago. La fiesta de
la Transfiguración del Señor se venía celebrando desde muy antiguo en las
iglesias de Oriente y Occidente, pero el papa Calixto III, en 1457 la extendió
a toda la cristiandad para conmemorar la victoria que los cristianos obtuvieron
en Belgrado, sobre Mahomet II, orgulloso conquistador de Constantinopla y
enemigo del cristianismo, y cuya noticia llegó a Roma el 6 de agosto.
SAN CAYETANO
7 DE AGOSTO
Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un
ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se
esmeró intensamente por formarlo muy buen.
Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos
doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad
exquisita que le ganaba muchas amistades.
Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a
ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede.
A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que
tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su
primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor
posible a la santa celebración.
En Roma se inscribió en una asociación llamada "Del
Amor Divino", cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más
fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.
Viendo que el estado de relaajación de los católicos era
sumamente grande y escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes
que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los
fieles. Y fundó los Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de
la cual era obispo el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó
a ser el Papa Pablo IV).
San Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio.
San Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio.
Y donde quiera que estuvo trabajó por conseguirlo.
En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a
los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos
querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa
Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: "Lo primero que hay que hacer
para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo".
San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de
todos sus bienes y los repartió entre los pobres. En una carta escribió la
razón que tuvo para ello: "Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a
seguir viviendo como rico?" Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y
seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver
que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado".
En Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas
para que viva de la renta, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la
gente no es tan generosa como en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y
le dice: "Dios es el mismo aquí y en todas partes, y El nunca nos ha desamparado,
si siquiera por un minuto".
Fundó asociaciones llamadas "Montes de piedad"
(Montepíos) que se dedicaban a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos
intereses.
Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba
especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa
infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús.
La gente lo llamaba: "El padrecito que es muy sabio,
pero a la vez muy santo".
Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que
estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más
abandonados y repugnantes.
Un día en su casa de religioso no había nada para comer
porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue
al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las
Santas Hostias, le dijo con toda confianza: "Jesús amado, te recuerdo que
no tenemos hoy nada para comer". Al poco rato llegaron unas mulas trayendo
muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde
las enviaban.
En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: "Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas". Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas.
En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: "Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas". Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas.
En seguida empezaron a conseguirse milagros por su
intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671.
SANTO DOMINGO DE GUZMÁN. DOMINICO
8 DE AGOSTO
A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en
Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un
jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer
libros religiosos, y hacer caridad a los pobres.
Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre y las
gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa
todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada
más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus
libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy difíciles
de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A quienes
lo criticaban por este desprendimiento, les decía: "No puede ser que
Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo
cual podía socorrerlos".
En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur
de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y
estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros
católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los predicadores
llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban
en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor
santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran
mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.
Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero
fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en
todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera
religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza,
y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con
grandes éxitos apostólicos.
Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia,
la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión.
Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las
armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: "Es inútil
tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que
todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a
volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la
humildad sí se ganan los corazones".
Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de Francia
y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor había
reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e
instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una
comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice
Inocencio III.
Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder o
no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un
sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de
venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le
ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no
tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.
Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo Domingo vio
en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la
Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder
ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido,
vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando en el templo
vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San Francisco de
Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: "Los dos tenemos que trabajar
muy unidos, para conseguir el Reino de Dios". Y desde hace siglos ha
existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San
Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos y
celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de Santo
Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen
juntos una alegre celebración de buenos hermanos.
En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de
predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de
los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de
la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad
tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de
los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes
universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.
El gran fundador le dio a sus religiosos unas normas que
les han hecho un bien inmenso por muchos siglos.
Por ejemplo estas:
Primero contemplar, y después enseñar. O sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a
estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí
dedicarse a predicar con todo el entusiasmo posible.
Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus
religiosos sea predicar, catequizar, tratar de propagar las enseñanzas
católicas por todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde
quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar
catecismo.
La experiencia le había demostrado que las almas se ganan
con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de
crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran
deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a
Dios constantemente.
Los santos han dominado su cuerpo con unas
mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar.
Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios.
Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba varias
temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua.
Siempre dormía sobre duras tablas. Caminaba descalzo por
caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No se colocaba
nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse contra los
aguaceros. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola
palabra. Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros
mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba
al templo a rezar. Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar
descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo
exclamaba: "la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque los
hemos ganado con estos sufrimientos". Y así sucedió en verdad. Sufría
de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando
catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo.
Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente
lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían:
"De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la
oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en oración.
Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas
mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos
entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.
Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las
Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y
prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no
pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo.
Los que trataron con él afirmaban que estaban seguros de
que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no cometió jamás
un pecado grave.
Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse
por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de
fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años.
Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221,
mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían:
"Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte", dijo: "¡Qué
hermoso, qué hermoso!" y expiró.
A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice lo
declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: "De
la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y
San Pablo”.
SANTA
TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ
9 DE AGOSTO
Edith Stein nació en Breslau, Alemania, (hoy Broklaw,
Polonia) el 12 de octubre de 1891. Fue la última de 11 hermanos de una familia
judía devota. Ella murió en una cámara de gas de Auschwitz el 9 de agosto de
1942.
Fue una estudiante brillante, quien en un comienzo se
incorporó a la Universidad de Breslau en 1911 y luego se trasladó a la
Universidad de Göttingen para continuar sus estudios bajo la tutela del famoso
fundador de la fenomenología Edmund Husserl. El filósofo escogió a Edith Stein
para ser su asistente de cátedra en la Universidad de Freiburg y declaró que
ella era la mejor estudiante de doctorado que nunca había tenido, incluso fue
más capaz que Heidegger quien también fue su pupilo al mismo tiempo que Edith.
En 1916, culminó su tesis y obtuvo el Doctorado en Filosofía con el grado de summa
cum laude.
Luego de que muchos de sus amigos fueran enrolados para
servir en la Primera Guerra Mundial, Edith se enroló de voluntaria junto con
otras estudiantes mujeres para trabajar en hospitales militares. Así, obtuvo
trabajo en hospitales de enfermedades infecciosas y cuidó caritativamente del
ejército austríaco, donde campeaba la tifoidea, la disentería y el cólera. Al
término de su período como voluntaria en el hospital militar obtuvo la medalla
de valor en reconocimiento a su servicio generoso.
Tras retornar de la experiencia de la guerra, retomó su
vida de estudiante, pero las dudas profundas, el insaciable hambre de verdad
volcado a la filosofía y el testimonio de muchos cristianos comenzaron a
socavar en ella su hasta entonces radical ateísmo. Los diálogos con el filósofo
Max Scheller -que paradójicamente se había apartado de la Iglesia-, pero sobre
todo la lectura de la vida de Santa Teresa de Jesús, terminaron completando la
obra que Dios había iniciado en ella: su conversión al catolicismo. El 1 de
enero de 1922 recibió el bautismo.
Por este tiempo, Edith dejó su carrera como estudiante y
aceptó el puesto de profesora de Alemán en el Colegio de las Hermanas Dominicas
en Speyer. Allí, trabajó por 8 años como profesora y dividía su día entre el
trabajo y la oración. Era conocida por ser una benévola y servicial profesora
que trabajaba duro por trasmitir su material de manera clara y sistemática y su
preocupación iba más allá de trasmitir conocimientos, incluía la formación a
toda la persona, pues estaba convencida que la educación era un trabajo
apostólico.
A lo largo de este período, Edith continuó sus escritos y
traducciones de filosofía y asumió el compromiso de dar conferencias, que la
llevó a Heidelberg, Zurich, Salzburg y otras ciudades. En el transcurso de sus
conferencias, frecuentemente abordaba el papel y significado de la mujer en la
vida contemporánea, hablando de temas como: "Ethos de las mujeres que
trabajan", "Diferentes vocaciones de hombres y mujeres de acuerdo con
Dios y la naturaleza" , "La Espiritualidad de la mujer
cristiana", "Los principios fundamentales de la Educación de la
mujer", "Problemas en la Educación de la Mujer", "La
Iglesia, la mujer y la juventud" " y "El significado intrínseco
del valor de la mujer en la vida nacional". Una lectura de sus textos
revela claramente su oposición radical al feminismo y su fuerte compromiso al
reconocimiento y desarrollo de la mujer, así como al valor de la madurez de la
vida cristiana en la mujer como una respuesta para el mundo.
En 1931, Edith deja la escuela del convento para
dedicarse a tiempo completo a la escritura y publicación de sus trabajos. En
1932, aceptó la cátedra en la Universidad de Münster, pero un año después le
dijeron que debería dejar su puesto por su antecedente judío. Una caritativa
universidad de administración le sugirió que trabajase en sus proyectos hasta
que la situación de Alemania mejore, pero ella se negó. También recibió otra
oferta de América del Sur, pero después de pensar bien la situación, Edith se
convenció que había llegado el tiempo de entrar al convento. El 14 de octubre
de 1933, a la edad de 42 años, Edith Stein ingresa al convento carmelita en
Cologne tomando el nombre de Teresa Benedicta y reflejando su especial devoción
a la pasión de Cristo y su gratitud a Teresa de Avila por su amparo espiritual.
En el convento, Edith continuó sus estudios y escritos
completando los textos de su libro "La Finitud y el Ser", su obra
cumbre.
En 1938 la situación en Alemania empeoró, y el ataque de
las temidas S.S. el 8 de noviembre a las sinagogas (la Kristallnacht o
"Noche de los Cristales") despejó toda duda acerca del estado
verdadero de los ciudadanos judíos. El convento de los priores preparó el
traslado de Edith al convento de Dutch en Echt y en Año Nuevo, el 31 de
diciembre de 1938, Edith Stein fue llevada a Holanda. Allá en el convento de
Echt, Edith compuso 3 hermosos actos de oblación, ofreciéndolos por el pueblo
judío, por el evitamiento de la guerra y por la santificación de la Familia
Carmelita. Después, reorganizó su vida enseñando Latín a las postulantes y
escribiendo un libro acerca de San Juan de la Cruz.
Como la incineración y los cuartos de gas aumentaron en
el Este, Edith, como miles de judíos en Holanda, empezó a recibir citaciones de
la S.S. en Maastricht y del Consejero para los Judíos en Amsterdam.
Edith pidió una visa a Suiza junto con su hermana Rosa,
con quien había vivido en Echt, para ser transferidas al Convento de Carmelitas
de Le Paquier. La comunidad de Le Paquier informó a la Comunidad de Echt que
podía aceptar a Edith pero no a Rosa. Para Edith fue inaceptable y por eso se
rehusó ir a Suiza y prefirió quedarse con su hermana Rosa en Echt. Decidida a
terminar
"La Ciencia de la Cruz", Edith usó todo momento
para investigar, incluso hasta quedar exhausta.En la Comunidad Holandesa de
Echt, la protección de Edith Stein en contra de la persecución de los judíos
fue temporal. Mientras la policía nazi que exterminaba a los judíos era
rápidamente implementada cuando Holanda fue ocupada, los judíos que profesaban
la fe católica fueron inicialmente dejados en paz. Sin embargo, cuando el
Obispo de Netherlands redactó una carta pastoral en donde protestaban
severamente en contra de la deportación de los judíos, las reglas nazis
reaccionaron ordenando la exterminación de los bautizados judíos.
Por esa razón, el domingo 2 de agosto a las 5 p.m.,
después de que Edith Stein había pasado su día como siempre, rezando y
trabajando en su interminable manuscrito de su libro sobre San Juan de la Cruz,
los oficiales de la S.S. fueron al convento y se la llevaron junto con Rosa.
Asustada por la multitud y por no poder hacer nada ante la situación, Rosa se
empezó a desorientar. Un testigo relató que Edith tomó de la mano a Rosa y le
dijo tranquilamente: "Ven Rosa, vamos a ir por nuestra gente". Juntas
caminaron hacia la esquina y entraron en el camión de la policía que las
esperaba.Hay muchos testigos que cuentan del comportamiento de Edith durante
esos días de prisión en Amersfoort y Westerbork, el campamento central de
detención en el norte de Holanda; cuentan de su silencio, su calma, su
compostura, su autocontrol, su consuelo para otras mujeres, su cuidado para con
los más pequeños, lavándolos y cepillando sus cabellos y cuidando de que estén
alimentados.
En medio de la noche, antes del amanecer del 7 de agosto
de 1942, los prisioneros de Westerbork, incluyendo a Edith Stein, fueron
llevados a los trenes y deportados a Auschwitz. En 1950, la Gazette Holandesa
publicó la lista oficial con los nombres de los judíos que fueron deportados de
Holanda el 7 de agosto de 1942. No hubo sobrevivientes.
SAN LORENZO. DIACONO Y MÁRTIR
10 DE AGOSTO
Su nombre significa: "coronado de laurel".
Los datos acerca de este santo los ha narrado San
Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio.
Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno
de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran
responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.
En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto
de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería
condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa
Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus
diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su
diácono San Lorenzo.
La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al
Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a
tu diácono?" y San Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos
días me seguirás". Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar
de la gloria de Dios.
Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió
todo el dinero y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre
los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candelabros valiosos, y el
dinero lo dio a las gentes más necesitadas.
El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de
conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los
cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus
celebraciones tienen candelabros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros
de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear
una guerra que va a empezar".
Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para
reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos
los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos
y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en
filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los
tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el
emperador".
Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y
plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó
enormemente, pero Lorenzo le dijo: "¿por qué se disgusta? ¡Estos son los
tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!"
El alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues ahora lo
mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a
poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos
deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente".
Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al
diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir
junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.
Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un
esplendor hermosísismo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban.
Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.
Después de un rato de estarse quemando en la parrilla
ardiendo el mártir dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me
vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo
mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba
completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden comer".
Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma
y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último
suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.
El poeta Pruedencio dice que el martirio de San Lorenzo
sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia
de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatía
empezó a disminuir en la ciudad.
San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma
en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo.
El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en
Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.
SANTA CLARA DE ASÍS.
FUNDADORA DE LAS HERMANAS POBRES
PATRONA DE LA TELEVISIÓN
11 DE AGOSTO
Clara Favarone de
Offreduccio nació en Asís en 1193. Atraída por el ejemplo y las palabras de san
Francisco, a los dieciocho a los renuncio a la nobleza de su familia y a todas
las esperanzas que el mundo le ofrecía, para vivir según las más elevadas exigencias
evangélicas. Durante cuarenta y dos años permaneció fiel, con indomable
entereza, al proyecto de su juventud, viviendo en le pobreza, la oración y la
penitencia, el amor a Dios y a los hombres, en la alegría de poseer a Cristo
pobre y crucificado, y de ser poseída enteramente por él.
El 11 de agosto de 1253 muere a los
sesenta años. “¡Bendito seas tú Señor, porque me creaste!” son las palabras con
las cuales concluyó su vida terrena y comenzó la eterna. El Papa Inocencio IV,
que la había visitado agonizante, presidió sus funerales. Dos años más tarde
fue canonizada por Alejandro IV, y el 14 de febrero de 1958, el Papa Pio XII la
declaró Patrona de la Televisión.
Junto a san Francisco, su padre espiritual
y amigo, santa Clara ha marcado con un trazo de fuego la historia del pueblo de
Dios. En vida, iluminó su siglo; tras su muerte, no ha cesa de atraer en pos de
sí a innumerables personas. Tras los pasos de Santa Clara de Asís, en la
Basílica de Santa Clara, encontramos su cuerpo incorrupto y muchas de sus
reliquias.
En el convento de San Damiano, se recorren
los pasillos que ella recorrió. Se entra al cuarto donde ella pasó mucho años
de su vida acostada, se observa la ventana por donde veía a sus hijas.
También se conserva el oratorio, la
capilla, y la ventana por donde expulsó a los sarracenos con el poder de la
Eucaristía. Hoy las religiosas Clarisas son aproximadamente 18.000 en 1.248
conventos en el mundo. Caminan hacia Dios guiadas por su luz.
SAN MAXIMILIANO MARIA KOLBE,
PRESBÍTERO Y MÁRTIR
14 DE AGOSTO
San Maximiliano María Kolbe fue hijo de María Dabrowska y de Julio Kolbe,
pertenecientes a la Tercera Orden Franciscana, y los cuales tenían en su casa
un taller y un pequeño altar con la imagen milagrosa de Nuestra Señora de
Czestochowa, veneradísima patrona de Polonia.
Nació
en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola, que en ese
entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo
en la iglesia parroquial. Sus hermanos fueron Francisco, José, Valentín y
Antonio. Los dos últimos murieron prematuramente.
A los 3 años ingresó en el Seminario de los padres
franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por
Austria. Fue en el seminario donde adoptó el nombre de Maximiliano María.
El padre Wilk
lo describe así: "era diligente en el cumplimiento de sus deberes, dotado
por las matemáticas, obediente a los profesores, servicial con los compañeros,
alegre y equilibrado. Rezaba con recogimiento. Un episodio se me grabó por
siempre. Entrando en una sala, vi a Maximiliano de rodillas ante una gran cruz,
absorto en oración."
Pero de pronto
entró la crisis en ambos hermanos. Maximiliano se convenció y convenció a su
hermano de abandonar el seminario. Cuando estaban a punto de hablar con el
superior, les visita la madre llena de alegría. Orgullosa les cuenta que José,
el hermano menor, también entraría en la orden. ¡Además ella y su esposo
también tienen vocación religiosa de manera que sería toda la familia
Franciscana!
El 4 de septiembre de 1910 ciñó a su cintura el cordón de San Francisco, y de esa manera comenzó su año de noviciado. ¡Apenas dieciséis años!
En el otoño de 1912, el P. Provincial teniendo en cuenta las excelentes cualidades intelectuales de Fray Maximiliano, dispuso que, junto a otros, siguiera sus estudios de filosofía y teología en Roma, donde los finalizó. Los años romanos serán fecundísimos y decisivos en la vida de Maximiliano. La Virgen lo espera para inspirarle la fundación de La Milicia de la Inmaculada.
El 4 de septiembre de 1910 ciñó a su cintura el cordón de San Francisco, y de esa manera comenzó su año de noviciado. ¡Apenas dieciséis años!
En el otoño de 1912, el P. Provincial teniendo en cuenta las excelentes cualidades intelectuales de Fray Maximiliano, dispuso que, junto a otros, siguiera sus estudios de filosofía y teología en Roma, donde los finalizó. Los años romanos serán fecundísimos y decisivos en la vida de Maximiliano. La Virgen lo espera para inspirarle la fundación de La Milicia de la Inmaculada.
En 1918 es
ordenado sacerdote.
LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARIA
15 DE AGOSTO
La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, se
celebra en toda la Iglesia el 15 de agosto. Esta fiesta tiene un doble
objetivo: La feliz partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al
cielo.
“En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María:
ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el
camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad
con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día,
incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas.
María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con
claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la
comunión de alegría y de paz con Dios”. Homilía de Benedicto XVI (2010)
Oda a la Asunción
Al cielo vais,
Señora,
y allá os reciben
con alegre canto.
¡Oh quién pudiera
ahora
asirse a vuestro
manto
para subir con vos
al monte santo!
De ángeles sois
llevada
de quien servida
sois desde la cuna,
de estrellas
coronada:
¡Tal Reina habrá
ninguna,
pues os calza los
pies la blanca luna!
Volved los blancos
ojos,
ave preciosa, sola
humilde y nueva,
a este valle de
abrojos,
que tales flores
lleva,
do suspirando están
los hijos de Eva.
Que, si con clara
vista,
miráis las tristes
almas desde el suelo,
con propiedad no
vista,
las subiréis de un
vuelo,
como piedra de imán
al cielo, al cielo.
Amén.
Asunción de
María.
La oración es siempre tocar el cielo con la Madre que
sube al cielo, pues su Hijo no puede vivir sin Ella.
La oración es totalmente divina y totalmente humana. Es
tocar el cielo del corazón de Dios y tocar la carne y la sangre de todos los
que sufren.
La oración como gracia nos diviniza y nos humaniza. Nos
une más a la Trinidad y a cada ser humano. Nos hace humildemente, como María,
cercanos a todo.
Estar en Dios es orar y estar con la gente, es el
aterrizaje del encuentro con el Señor de la Vida, con María asunta al cielo.
SAN ESTEBAN DE HUNGRÍA
16 AGOSTO
Cuando ya hubo
derrotado a todos aquellos que se habían opuesto a él cuando quiso propagar la
religión católica por todo el país y acabar la idolatría y las falsas
religiones, y había organizado la nación en varios obispados, envió al obispo
principal, San Astrik, a Roma a obtener del Papa Silvestre II la aprobación
para los obispados y que le concediera el título de rey. El sumo Pontífice se
alegró mucho ante tantas buenas noticias y le envío una corona de oro,
nombrándolo rey de Hungría. Y así en el año 1000 fue coronado solemnemente por
el enviado del Papa como primer rey de aquel país.
El cariño del
rey Esteban por la religión católica era inmenso; a los obispos y sacerdotes
los trataba con extremo respeto y hacía que sus súbditos lo imitaran en
demostrarles gran veneración. Su devoción por la Virgen Santísima era
extraordinaria. Levantaba templos en su honor y la invocaba en todos sus
momentos difíciles. Fundaba conventos y los dotaba de todo lo necesario. Ordenó
que cada 10 pueblos debían construir un templo, y a cada Iglesia se encargaba
de dotarla de ornamentos, libros, cálices y demás objetos necesarios para
mantener el personal de religiosos allá. Lo mismo hizo en Roma.
La cantidad de
limosnas que este santo rey repartía era tan extraordinaria, que la gente
exclamaba: "¡Ahora sí se van a acabar los pobres!". El personalmente
atendía con gran bondad a todas las gentes que llegaban a hablarle o a pedirle
favores, pero prefería siempre a los más pobres, diciendo: "Ellos representan
mejor a Jesucristo, a quien yo quiero atender de manera especial".
Para conocer
mejor la terrible situación de los más necesitados, se disfrazaba de sencillo
albañil y salía de noche por las calles a repartir ayudas. Y una noche al
encontrarse con un enorme grupo de menesterosos empezó a repartirles las
monedas que llevaba. Estos, incapaces de aguardar a que les llegara a cada
quien un turno para recibir, se le lanzaron encima, quitándole todo y lo
molieron a palos. Cuando se hubieron alejado, el santo se arrodilló y dio
gracias a Dios por haberle permitido ofrecer aquel sacrificio. Cuando narró
esto en el palacio, sus empleados celebraron aquella aventura, pero le
aconsejaron que debía andar con más prudencia para evitar peligros. El les
dijo: " Una cosa sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor.
Si en mí existe la capacidad de hacerlo".
A su hijo lo
educó con todo esmero y para él dejó escritos unos bellos consejos,
recomendándole huir de toda impureza y del orgullo. Ser paciente, muy generoso
con los pobres y en extremo respetuoso con la santa Iglesia Católica.
La gente al ver
su modo tan admirable de practicar la religión exclamaba: " El rey Esteban
convierte más personas con buenos ejemplos, que con sus leyes o palabras".
Dios, para
poderlo hacer llegar a mayor santidad, permitió que en sus últimos años Esteban
tuviera que sufrir muchos padecimientos. Y uno de ellos fue que su hijo en
quien él tenía puestas todas sus esperanzas y al cual había formado muy bien,
muriera en una cacería, quedando el santo rey sin sucesor. El exclamó al saber
tan infausta noticia: "El Señor me lo dio, el Señor me los quitó. Bendito
sea Dios". Pero esto fue para su corazón una pena inmensa.
Los últimos
años de su vida tuvo que padecer muy dolorosas enfermedades que lo fueron
purificando y santificando cada vez más.
El 15 de agosto
del año 1038, día de la Asunción, fiesta muy querida por él, expiró santamente.
Desde entonces la nación Húngara siempre ha sido muy católica. A los 45 años de
muerto, el Sumo Pontífice permitió que lo invocaran como santo y en su sepulcro
se obraron admirables milagros.
Que nuestro
Dios Todopoderoso nos envíe en todo el mundo muchos gobernantes que sepan ser
tan buenos católicos y tan generosos con los necesitados como lo fue el santo
rey Esteban.
SAN BERNARDO,
ABAD Y DOCTOR DE LA IGLESIA
20 DE AGOSTO
Nace en Borgoña, Francia (cerca
de Suiza) en el año 1090. Sus padres tuvieron siete hijos y a todos los
formaron estrictamente haciéndoles aprender el latín, la literatura y, muy bien
aprendida, la religión.
La familia que se fue con Cristo
Esta familia ha sido un caso
único en la historia. Cuando Bernardo se fue de religioso, se llevó consigo a
sus 4 hermanos varones, y un tío, dejando a su hermana a que cuidará al papá
(la mamá ya había muerto) y el hermanito menor para que administrara las
posesiones que tenían. Dicen que cuando llamaron al menor para anuanciarle que
ellos se iban de religiosos, el muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Conque
ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí unicamente en la
tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y un tiempo después, también él se fue
de religioso. Y más tarde llegaron además al convento el papá y el esposo de la
hermana (y ella también se fué de monja). Casos como este son más únicos que
raros.
La personalidad de Bernardo
Pocos individuos han tenido una
personalidad tan impactante y atrayente, como San Bernardo. El poseía todas las
ventajas y cualidades que pueden hacer amable y simpático a un joven.
Inteligencia viva y brillante. Temperamento bondadoso y alegre, se ganaba la
simpatía de cuantos trataban con él. Esto y su físico lleno de vigor y lozanía
era ocasión de graves peligros para su castidad y santidad. Por eso durante
algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano y lo
sensual. Pero todo esto lo llenaba de desilusiones. Las amistades mundanas por
más atractivas y brillantes que fueran lo dejaban vacío y lleno de hastío.
Después de cada fiesta se sentía más y más desilusionado del mundo y de sus placeres.
A mal grave, remedio terrible
Como sus pasiones sexuales lo
atacaban violentamente, una noche se revolcó entre el hielo hasta quedar casi
congelado. Y el tremendo remedio le trajo mucha paz.
Una visión cambia su rumbo: una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía al Niñito Santo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado.
Una visión cambia su rumbo: una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía al Niñito Santo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado.
Un hombre que arrastra con todo lo que encuentra
Bernardo se fue al convento de
monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San
Esteban, lo aceptó con gran alegría pues, en aquel convento, hacía 15 años que
no llegaban religiosos nuevos.
Bernardo volvió a su familia a
contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era
desperdiciar una gran personalidad para irse a sepultarse vivo en un convento.
La familia no aceptaba de ninguna manera.
Pero aquí sí que apareció el
poder tan sorprendente que este hombre tenía para convencer a los demás e
influir en ellos y ganarse su voluntad. Empezó a hablar tan maravillosamente de
las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al
convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y casi a todos los jóvenes de
los alrededores, y junto con 31 compañeros llegó al convento de los
Cistercienses a pedir ser admitidos de religiosos. Pero antes en su finca los
había preparado a todos por varias semanas, entrenándolos acerca del modo como
debían comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la
edad de 22 años, se fue de religioso al convento.
El papá, el hermano Nirvardo, el
cuñado y la hermana, ya irán llegando uno por uno a pedir ser recibidos como
religiosos.
Formidable poder de atracción. En
toda la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido
dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gentes a las
comunidades religiosas, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían
terror de que su novio hablara con el santo, porque lo mas probable era que se
iría de religioso. En las universidades, en los pueblos, en los campos, los
jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas de la vida en un
convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara
como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e
hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el
cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes
hicieran profesión religiosa.
Fundador de Claraval
En el convento del Císter
demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres
de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un
sitio sumamente árido y lleno de bosques donde sus monjes tuvieran que derramar
el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de
Claraval, que significa valle muy claro, ya que allí el sol ilumina fuerte todo
el día.
Supo infundir del tal manera
fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con
sólo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos; de este convento de Claraval
salieron monjes a fundar otros 63 conventos.
La oratoria de santo. Después de
San Juan Crisóstomo y de San Agustín, es difícil encontrar otro orador católico
que haya obtenido tantos éxitos en su predicación como San Bernardo. Lo
llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo) porque sus
palabras en la predicación eran una verdadera golosina llena de sabrosura, para
los que la escuchaban. Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su
deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que
iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y
de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San
Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.
Su amor a la Virgen Santísima
Los que quieren progresar en su
amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San
Bernardo, porque entre todos los predicadores católicos quizás ninguno ha
hablado con más cariño y emoción acerca de la Virgen Santísima que este gran
santo. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: "Oh
clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María". Y repetía la bella oración
que dice: "Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a
Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir".
El pueblo vibraba de emoción
cuando le oía clamar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante.
"Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella,
invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu
espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el
recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación,
lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola,
no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella
llegarás seguramente al Puerto Celestial". Sus bellísimos sermones son
leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran
provecho.
Viaje incansable
El más profundo deseo de San
Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la meditación.
Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían
continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su
ayuda donde quiera que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque
los primeros años de religioso, por imprudente, se dedicó a hacer demasiadas
penitencias y se le daño la digestión) recorrió toda Europa poniendo la paz donde
había guerras, deteniendo fuertemente las herejías, corrigiendo errores,
animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa
religión católica. Era el árbitro aceptado por todos.
Exclamaba: A veces no me dejan
tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes
están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario
atenderlas (ya en las noches pararía luego sus horas dedicado a la oración y a
la meditación).
De Carbonero a Pontífice
Un hombre muy bien preparado le
pidió que lo recibiera en su monasterio de Claraval. Para probar su virtud lo
dedicó las primeras semanas a transportar carbón, y el otro lo hizo de muy
buena voluntad. Después llegó a ser un excelente monje, y más tarde fue
nombrado Sumo Pontífice: Eugenio III. El santo le escribió un famoso libro
llamado "De consideratione", en el cual propone una serie de consejos
importantísimos para que los que están en puestos elevados no vayan a cometer
el gravísimo error de dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando
la oración y la meditación. Y llegó a decirle: "Malditas serán dichas
ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la
meditación".
Despedida Gozosa
Después de haber llegado a ser el
hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros
(como por ej. Hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía
sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con
religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a
Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba: "Mi gran
deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis
discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que
a Él mejor le parezca". Y a Dios le pareció que ya había sufrido y
trabajado bastante y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado
para los discípulos fieles, y se lo llevó a sus eternidad feliz el 20 de agosto
del año 1153. Solamente tenía 63 años pero había trabajado como si tuviera más
de cien. El sumo pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.
SAN PÍO X
21 DE AGOSTO
En 1867 fue nombrado arcipreste
de Salzano, un importante municipio de la Diócesis de Treviso, en donde
restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital con
sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad hacia los
pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una epidemia de
cólera que afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la instrucción religiosa
de los adultos. En 1875 creó un reglamento para la catedral de Treviso; ocupó
varios cargos, entre ellos, el de director espiritual y rector del seminario,
examinador del clero y vicario general; más aún, hizo posible que los
estudiantes de escuelas públicas recibieran instrucción religiosa. En 1878, a
la muerte del Obispo Zanelli, fue elegido vicario capitular. El 10 de Noviembre
de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy
problemática, y fue consagrado el 20 de Noviembre. Su principal preocupación en
su nuevo cargo fue la formación del clero en el seminario, donde, por varios
años, enseñó teología dogmática y, durante un año, teología moral. Deseaba
seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes más
pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la vez, cultivó el Canto
Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de la
sede le impuso grandes sacrificios. En 1887 celebró un sínodo diocesano.
Mediante su asistencia en el confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. La
Organización Católica de Italia, conocida entonces como la “Opera dei
Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su ministerio en
Salzano. En el consistorio secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo
creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el consistorio
público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando
mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto
fue obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión de su nueva
diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur,
reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de
Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el
Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros
obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes
vacantes creció a treinta. Finalmente, el ministro Crispi, habiendo regresado
al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría
de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos, motivaron al
Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no fue causada
por ninguna objeción contra la persona de Sarto. En Venecia el cardenal
encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había hallado en Mantua.
También allí puso gran atención en el seminario, donde logró establecer la
facultad de derecho canónico. En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió el
uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de Lorenzo Perosi; favoreció el
trabajo social, especialmente los bancos en las parroquias rurales; se dio
cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y conductas de algunos
Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a ellas. El Congreso Eucarístico
Internacional de 1897, en el centenario de San Gerardo Sagredo (1900), la
bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San Marcos y la capilla
conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda
impresión en él y en su gente. A la muerte de León XIII, los cardenales se
reunieron en cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue
elegido el 4 de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo
lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.
En su primera Encíclica, deseando
revelar hasta cierto punto su programa de trabajo, mencionó el que sería el
lema de su pontificado: “instaurare omnia in Christo” (Ef 1,10). En
consecuencia, su mayor atención giró siempre sobre la defensa de los intereses
de la Iglesia. Pero ante todo, sus esfuerzos también se dirigieron a promover
la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada
Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr. S. Congr. Concil., 20
de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la obligación de ayunar para
poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o incluso más (Decr. S.
Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906). Finalmente, mediante el Decreto “Quam
Singulari” (15 de Agosto, 1910), recomendó que la Primera Comunión en los niños
no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran la edad de la
discreción. Fue por deseo suyo que el Congreso Eucarístico de 1905 se celebró
en Roma, mientras que aumentó la solemnidad de los congresos Eucarísticos
posteriores mediante el envío de cardenales legados. El quincuagésimo
aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue una
ocasión que supo aprovechar para impulsar la devoción a María (Encíclica “Ad
illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto con la coronación de
la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la Basílica de San Pedro
fueron una digna culminación de la solemnidad. Fuera como simple capellán, como
obispo, y como patriarca, Giuseppe Sarto fue siempre un promotor de la música
sacra; como Papa publicó, el 22 de Noviembre de 1903, un Motu Proprio sobre
música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el auténtico Canto
Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso que los libros de
cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de
una comisión especial. En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril 15, 1905), planteó
la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a los niños, sino
que también fuera dirigida hacia los adultos, dando para ello reglas
detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas para la
impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas públicas,
y aun de universidades. Promovió la publicación de un nuevo catecismo para la
Diócesis de Roma.
Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano (Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran visitados regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios, pequeños y deficientes, fueron cerrados.
Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano (Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran visitados regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios, pequeños y deficientes, fueron cerrados.
Para una mayor eficacia en la
asistencia a las almas, a través de un Decreto de la Sagrada Congregación del
Consistorio (Agosto 20, 1910), promulgó instrucciones concernientes a la
remoción de párrocos como un acto administrativo, cuando tal procedimiento
requería de graves circunstancias que podían no constituir una causa canónica
para la destitución. Con motivo de la celebración del jubileo de su ordenación
sacerdotal, dirigió una carta llena de afecto y prudentes consejos a todo el
clero. Por un Decreto reciente (Noviembre 18, 1910), el clero había sido
impedido de tomar parte en la administración temporal de organizaciones
sociales, lo cual era causa frecuente de graves dificultades.
Pero por sobre todas las cosas,
la principal preocupación del Papa era la pureza de la fe. En varias ocasiones,
como en la Encíclica con respecto al centenario de San Gregorio Magno, Pío X
resaltaba los peligros de ciertos métodos teológicos nuevos, los cuales,
basándose en el Agnosticismo y el Immanentismo, por fuerza suprimían la
doctrina de la fe de sus enseñanzas de una verdad objetiva, absoluta e
inmutable, y más aun cuando estos métodos se asociaban con una crítica subversiva
de las Sagradas Escrituras y de los orígenes del Cristianismo. Por esta razón,
en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío
X), en el que sesenta y cinco proposiciones modernistas fueron condenadas. La
mayor parte de estas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la
doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el dogma,
los sacramentos, la primacía del Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso,
el 8 de Septiembre de 1907, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que
exponía y condenaba el sistema del Modernismo. Este documento hace énfasis
sobre el peligro del Modernismo en relación con la filosofía, apologética,
exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa
innovación y la fe tradicional; y, finalmente, establece reglas por las cuales
combatir eficazmente las perniciosas doctrinas en cuestión. Entre las medidas
sugeridas cabe señalar el establecimiento de un cuerpo oficial de “censores” de
libros y la creación de un “Comité de Vigilancia”. Posteriormente, mediante el
Motu Proprio “Sacrorum Antistitum”, Pío X llamó la atención en los interdictos
de la Encíclica y las disposiciones que habían sido establecidas previamente
bajo el pontificado de León XIII sobre la predicación, y sancionó que todos
aquellos que ejercieran el sagrado ministerio o quienes enseñaran en institutos
eclesiásticos, así como canónigos, superiores del clero regular, y aquellos que
servían en oficinas eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se
comprometían a rechazar los errores que eran denunciados en la Encíclica o en
el Decreto “Lamentabili”. Pío X retomó este asunto vital en otras ocasiones,
especialmente en las Encíclicas que fueron escritas en conmemoración de San
Anselmo (Abril 21, 1909) y de San Carlos Borromeo (Junio 23, 1910), en la
segunda de las cuales el Modernismo Reformista fue especialmente condenado.
Como el estudio de la Biblia es, a la vez, el área más importante y más
peligrosa de la teología, Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para
esos estudios, que les diera la garantía inmediata de una ortodoxia
incuestionable y un valor científico; en consecuencia, y con el apoyo de todo
el mundo católico, se estableció el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo
la dirección de los jesuitas.
Una necesidad sentida durante
mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con la intención de llevarla a
cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una congregación especial de
cardenales, de la que Gasparri, convertido en cardenal, sería el secretario.
Las más eminentes autoridades en derecho canónico de todo el mundo, colaboraron
en la formación del nuevo código, algunas de cuyas prescripciones ya habían
sido publicadas, como por ejemplo, las modificaciones a la ley del Concilio de
Trento en lo referente a los matrimonios secretos, las nuevas reglas para las
relaciones diocesanas y para las visitas episcopales ad limina, y la nueva
organización de la Curia Romana (Constitución “Sapienti Consilio”, Junio 29,
1908). Anteriormente, las Congregaciones para las Reliquias e Indulgencias y de
Disciplina habían sido suprimidas, mientras que la Secretaría de Asuntos
Menores había sido unida a la Secretaría de Estado. La característica del nuevo
reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los
administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos habían
sido determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados. Las
oficinas de la Curia se dividieron en Tribunales (3), Congregaciones (11), y
Oficinas (5). Con respecto a los primeros, el Tribunal de Signatura
(constituido exclusivamente por cardenales) y el de la Rota fueron revividos;
al Tribunal de la Penitenciaría le fueron dejados únicamente los casos del
fuero interno (conciencia). Las Congregaciones permanecieron casi como estaban
al principio, con la excepción de que una sección especial fue agregada al
Santo Oficio de la Inquisición para las indulgencias; la Congregación de
Obispos y Regulares recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría
que tratar únicamente los asuntos de las congregaciones religiosas, mientras
los asuntos del clero secular serían derivados a la Congregación del
Consistorio o a la del Concilio; de este último fueron retirados los casos matrimoniales,
los cuales serían ahora enviados a los tribunales o a la recientemente creada
Congregación de los Sacramentos. La Congregación del Consistorio aumentó
grandemente su importancia debido a que tendría que decidir sobre cuestiones
que eran competencia de las otras Congregaciones. La Congregación de Propaganda
perd.
SANTA MARÍA VIRGEN REINA
22 DE AGOSTO
La Virgen
Inmaculada ... asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por
el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más
plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte". (Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,
n.59).
En 1954 el Papa
Pío XII, instituyó la fiesta Litúrgica del Reinado de María al coronar a la
Virgen en Santa María la Mayor, Roma. En esta ocasión el Papa también promulgó
el documento principal del Magisterio acerca de la dignidad y realeza de Maria,
la Encíclica Ad coeli Reginam (Oct 11, 1954).
El pueblo
cristiano siempre ha reconocido a María Reina por ser madre del Rey de reyes y
Señor de Señores. Su poder y sus atributos los recibe del Todopoderoso: Su
Hijo, Jesucristo. Es El quien la constituye Reina y Señora de todo lo creado,
de los hombres y aún de los ángeles.
Juan Pablo II,
el 23 de julio del 1997, habló sobre la Virgen como Reina del universo. Recordó
que "a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de
Efeso proclama a la Virgen 'Madre de Dios', se comienza a atribuir a María el
título de Reina. El pueblo cristiano, con este ulterior reconocimiento de su
dignidad excelsa, quiere situarla por encima de todas las criaturas, exaltando
su papel y su importancia en la vida de cada persona y del mundo entero".
El Santo Padre
explicó que "el título de Reina no sustituye al de Madre: su realeza sigue
siendo un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el
poder que le ha sido conferido para llevar a cabo esta misión. (...) Los
cristianos miran con confianza a María Reina, y esto aumenta su abandono filial
en Aquella que es madre en el orden de la gracia".
"La
Asunción favorece la plena comunión de María no sólo con Cristo, sino con cada
uno de nosotros. Ella está junto a nosotros porque su estado glorioso le
permite seguirnos en nuestro cotidiano itinerario terreno. (...). Ella conoce
todo lo que sucede en nuestra existencia y nos sostiene con amor materno en las
pruebas de la vida".
SANTA ROSA DE LIMA
23 DE AGOSTO
El Papa Inocencio IX dijo de esta
santa un elogio admirable: "Probablemente no ha habido en América un
misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que
Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones".
Nació en Lima, Perú, en 1586 (año
de la aparición de la Virgen en Chinquinquirá) fue la primera mujer americana
declarada santa por la Iglesia Católica.
Cambio de Nombre.
En el bautizo le pusieron el
nombre de Isabel, pero luego la mamá al ver que al paso de los años su rostro
se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de
Rosa. Y, el Sr. Arzobispo al darle la confirmación le puso definitivamente ese
nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.
Evitando Peligros.
Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: "Rosa conságrame a mí todo tu amor". Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al ir a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.
Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: "Rosa conságrame a mí todo tu amor". Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al ir a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.
Renunciando a un Amor.
Un joven de alta clase social se
enamoró de Rosa y quería casarse con ella. Sus padres estaban muy entusiasmados
porque ellos eran pobres y esto daría a la joven un porvenir brillante. Pero
ella, aunque hubo serios disgustos en la familia, les declaró que se había
propuesto que su amor sería totalmente para Dios y que renunciaba por completo
a todo matrimonio, por brillante que fuera.
Vocación Detenida.
Se propuso irse de monja
agustina, pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen
Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja o no, sintió que
no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a
que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí.
Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra
Señora: "Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un
convento, desisto desde ahora de su idea". Tan pronto pronunció estas
palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo
fácilmente.
Una Mariposa Señala el Color.
Seguía pidiéndole a Dios que le
indicara a que asociación religiosa debería ingresar. Y de pronto empezó a llegar
junto a ella cada día una mariposa de blanco y negro. Y revoloteaba junto a sus
ojos. Con esto le pareció entender que debería buscar una asociación que
tuviera un hábito de blanco y negro. Y descubrió que eran las terciarias
dominicas, unas mujeres que se vestían con túnica blanca y manto negro y
llevaban vida como de religiosas, pero vivían en sus propias casas. Y pidió ser
admitida y la aceptaron.
Su Patrona y su Modelo.
Entonces vino a saber que la más
famosa terciaria dominica es Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso
estudiar su vida e imitarla en todo. Y lo logró de manera admirable. Se fabricó
una túnica blanca y el manto negro y el velo también negro para la cabeza, y
así empezó a asistir a las reuniones religiosas del templo.
Encierro Total.
Pero sucedió que la gente
admirada de su comportamiento empezó a señalarla y a llamarla "la
santa". Entonces ella que sabía que nada es tan peligroso como la vanidad
y el orgullo y el deseo de aparecer, se fabricó una pequeña habitación en el
solar de la casa donde vivía y allí se dedicó a practicar por largas horas del
día y de la noche sus meditaciones, sus penitencias y sus muchas oraciones.
Allí pasará el resto de su vida y solamente saldrá para ir a misa ó a socorrer
a algún enfermo.
Ganando el Pan con el Sudor.
Su padre fracasó en el negocio de
una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante
varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante
varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar.
Ataques Varios.
El demonio la atacaba de muy
diversas maneras. Y las tentaciones impuras la hacían sufrir enormemente.
Además le llegaban épocas de terribles sequedades espirituales en las cuales
todo lo que fuera oración, meditación ó penitencias le producía horror y asco.
Y fuera de eso la gente se burlaba de su comportamiento y los mismos familiares
la consideraban equivocada en su modo de vivir. Alguna vez le protestó
amorosamente a Jesucristo por todo esto, diciéndole: "Señor, ¿y a dónde te
vas cuando me dejas sola en estas terribles tempestades?". Y oyó que Jesús
le decía: "Yo no me he ido lejos. Estaba en tu espíritu dirigiendo todo
para que la barquilla de tu alma no sucumbiera en medio de la tempestad".
Sus Penitencias.
Es difícil encontrar en América
otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias. No las vamos a describir
todas aquí porque muchas de ellas no son para imitar. Pero sí tenemos que decir
que lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su
deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las
cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: "quien se humilla
será enaltecido". Una segunda penitencia de Rosa de lima fue la de los
alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua.
Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de
mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a
veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de
Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios.
Dormía sobre duras tablas, con un
palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus
tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús
le decía: "Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto". Y desde ese
día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.
Sus Dolores.
Distintas enfermedades la
atacaron por mucho tiempo. Cuando algunas personas la criticaban por sus
demasiadas penitencias, les respondía: "Si ustedes supieran lo hermosa que
es un alma sin pecado, estarían dispuestos a sufrir cualquier martirio con tal
de mantener el alma en gracia de Dios". Y ella sí que los sufrió. En sus
últimos meses exclamaba: "Nunca pensé que una persona tuviera que sufrir
tanto, tanto como lo que yo estoy sufriendo. Pero Jesucristo me concede valor
para soportarlo todo. "Los últimos años vivía continuamente en un ambiente
de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su
oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de
pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad
de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera
santa.
Anuncio de la Fecha de su Muerte.
Desde 1614 ya cada año al llegar
la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y
explica el porqué de este comportamiento: "Es que en una fiesta de San Bartolomé
iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo". Y así sucedió.
El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con
la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador. Tenía 31
años.
Funeral de Primera.
Y a esta muchacha pobre y sin
estudios le hicieron un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera
cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando
moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores),
como lo hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los
religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro
hubo que dejarlo para más tarde porque inmensas multitudes querían visitar su
cadáver, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a
él. Después la sepultaron en una de las paredes del templo.
Honores Finales.
Los milagros empezaron a
sucederse en favor de los que invocaban la intercesión de Rosa, y el Sumo Pontífice
la declaró santa y la proclamó Patrona de América Latina.

SAN BARTOLOMÉ, APÓSTOL
24 DE AGOSTO
A pesar de que San Bernabé no fue
uno de los doce elegidos por Jesucristo, es considerado Apóstol por los
primeros padres de la Iglesia, aún por San Lucas, a causa de la misión especial
que le confió el Espíritu Santo y de su activa tarea apostólica.
Bernabé era un judío de la tribu
de Levi, había nacido en Chipre; su nombre original era el de José, pero los
Apóstoles lo cambiaron al de Bernabé que significa ‘hombre esforzado’. Se le
menciona en las Sagradas Escrituras, en el cuarto capítulo de los Hechos de los
Apóstoles; se menciona la venta de sus propiedades.
El Santo fue elegido para llevar
el Evangelio a Antioquía, instruir y guiar a los neófitos. Para esta misión
obtuvo la cooperación de San Pablo. Los dos predicadores obtuvieron gran éxito;
Antioquía se convirtió en el gran centro de evangelización y fue ahí donde, por
primera vez, se dio el nombre de Cristianos, a los fieles seguidores de Cristo.
Tiempo más tarde, se les encomendó una nueva misión y partieron a cumplirla,
acompañados por Juan Marcos. Primero se trasladaron a Seleucia y después a
Salamina, en Chipre. Luego llegaron a Pafos, donde convirtieron al procónsul
romano Sergio Paulo, navegaron hasta Perga en Pamfilia, donde Juan Marcos los
abandonó. En Iconium, en Licaonia, estuvieron a punto de morir apedrados. En
Listra, San Pablo curó milagrosamente a un paralítico y los habitantes paganos
los confundieron con dioses. De regreso a Antioquía pasaron por todas las
ciudades que habían visitado para confirmar y ordenar presbíteros. Surgieron
ciertas diferencias entre San Pablo y San Bernabé, por lo que decidieron
separarse. San Bernabé partió entonces hacia Chipre, acompañado de Juan Marcos,
para visitar las iglesias que ahí se habían fundado.
Alrededor del año 60 ó 61, San
Bernabé ya había muerto. Se dice que fue apedrado hasta morir en Salamina.Otra
tradición nos lo presenta como predicador en Alejandría y en Roma y además como
primer obispo de Milán.
SAN LUIS DE FRANCIA
25 AGOSTO
San Luis, rey de Francia, es, ante todo, un Santo
cuya figura angélica impresionaba a todos con sólo su presencia. Vive en una
época de grandes heroísmos cristianos, que él supo aprovechar en medio de los
esplendores de la corte para ser un dechado perfecto de todas las virtudes.
Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su
padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su
madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca
y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra,
para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas
del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San
Fernando.
En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el
tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el
inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde,
pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio
divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo
aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía
diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el
pecado mortal».
Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos
de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época
difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas
cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más
desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que
luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco
de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX,
el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su
madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más
importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la
virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la
compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los
peldaños de la santidad.
En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más
ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una
muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas
consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la
política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas
más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más
un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran
solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus
súbditos.
Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre
todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente,
atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones
especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las
más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las
grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para
todos los súbditos del reino.
El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio
a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de
ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez
la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la
última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a
los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos
y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora
de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia.
Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus
privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su
generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III
nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento
garantizara mejor la paz entre los dos Estados.
Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que
más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato,
éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia.
Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa
por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador,
defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya
siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que
se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como
rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla
de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión
en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha
denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la
herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana,
favoreciéndola con sus leyes y decisiones.
Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las
fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las
grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la
corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los
venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del
Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y
construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de
entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con
una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del
santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el
costado del Señor.
A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de
sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a
quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les
lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre
los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con
duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este
espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también
a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de
cristiano.
Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran
amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de
aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces
iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los
Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las
dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido
noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo
de la cruz y del sacrificio.
En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa
Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien
podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que
tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por
Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa.
Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo
Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».
En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares,
había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y
rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles,
en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares
de prisioneros.
Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse
al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad
de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los
reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés
escuchó la voz del Vicario de Cristo.
Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de
1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles,
el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale
de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de
Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el
conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen
40.000 hombres y 2.800 caballos.
El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los
cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás
enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de
Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al
cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua
hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los
sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone
la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En
Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo
nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a
internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada
por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un
pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente muriendo allí
mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar
fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles. Pero
éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo,
y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas
incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio
sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos,
cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de
Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).
Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de
su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema
resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle
con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el
Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan
de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina
fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y
devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254,
cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.
A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue
administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios,
persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un
interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y
dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los
monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la
casa.
Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y
en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas
esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les
molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera
poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran
los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz
Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con
los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo
San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou,
el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres
hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los
infieles.
En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves
hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera
esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de
algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez
parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber
a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a
confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa
para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.
Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el
ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17
se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces
empezaron los ataques violentos de los sarracenos.
El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del
agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles.
El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más
tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo
San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados
y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de
reinado.
Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la
dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a
Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio,
de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para
todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente
canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San
Francisco de Orvieto (Italia).
SAN JOSÉ DE CALASAZ
Nació en
Aragón, España, en 1556, hijo del gobernador de la región.
Su padre
deseaba que fuera militar, pero los religiosos que lo instruyeron en su niñez
lo entusiasmaron por la vida sacerdotal, y pidió que le dejaran hacer estudios
eclesiásticos. Desde muy pequeño su gran deseo era poder alejar el mal y el
pecado de las almas de los demás.
En el colegio
se burlaban de él los compañeros, porque les perecía demasiado piadoso, pero
poco a poco con su amabilidad los fue ganando a su favor.
Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Imitaba así a José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera de persona de alta clase social, con tal de no ofender a Dios.
Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Imitaba así a José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera de persona de alta clase social, con tal de no ofender a Dios.
Su padre
deseaba que José fuera el heredero administrador de sus muchos bienes y
riquezas. Pero en una gravísima enfermedad, el joven le prometió a Dios que si
le concedía la curación, se dedicaría únicamente a trabajar por la salvación de
las almas. El joven curó de la enfermedad, y entonces el papá le permitió
cumplir su promesa, y fue ordenado sacerdote. Ya antes se había graduado de
doctor en la universidad de Alcalá.

SANTA TERESA DE JESÚS JORET E IBARS
PATRONA DE LA ANCIANIDAD
26 DE AGOSTO
En 1868 ingresó
en el monasterio de Clarisas de Briviesca (Burgos), del que tuvo que salir poco
después por motivos de salud (1870). Durante algunos años recibió el influjo
espiritual de un tío suyo, el P. Francisco de Jesús María y José Palau y Quer,
carmelita descalzo exclaustrado, celoso misionero, gran contemplativo y
apologista militante, creador de diversas instituciones de enseñanza. Durante
algún tiempo, Teresa trabajó en las escuelas del P. Palau sin ligarse a
compromiso de vida religiosa, abandonando estas actividades poco después
(1872), fallecido el P. Palau.
Circunstancias
providenciales decidieron definitivamente su vida, en el mismo a. 1872; en
Barbastro (Huesca) entró en relación casual con un celoso sacerdote, D. Pedro
Llacera, que le dio a conocer los planes de fundación en favor de la ancianidad
desvalida que por entonces inspiraban la actividad de otro ilustre sacerdote,
D. Saturnino López Novoa, chantre de la Catedral de Huesca; Teresa vio abierto
el camino de su vida y se ofreció inmediatamente a ser colaboradora en tal
empresa caritativa, uniéndose a las primeras aspirantes del nuevo Instituto
fundado en Barbastro el 3 octubre 1872: pocos días después fue nombrada con
carácter provisional superiora de aquel grupo por el Vicario capitular de la
diócesis. Es fundadora de las conocidas Hermanitas de los ancianos
desamparados.
Trasladada la
Fundación a Valencia, Teresa fue confirmada en su cargo de directora general
por el arzobispo Mons. Mariano Barrio Fernández (10 mayo 1875). Emitió la
primera profesión el 29 noviembre 1874, pronunciando los votos perpetuos el 8
diciembre 1877.
El arzobispo de
Valencia Mons. Antolín Monescillo (31 enero 1878) renovó el nombramiento de
directora general. En 1887 fue elegida Superiora general del Instituto, de
acuerdo con las Constituciones aprobadas por la Santa Sede, por un periodo de
nueve años, siendo postulada para continuar en el cargo terminado este periodo,
confirmándola en tal designación la Santa Sede (14 julio 1896) para otro
periodo de nueve años que no pudo terminar.
Murió
santamente en Liria (Valencia) el 26 agosto 1897, dejando 103 Casas-Asilos de
su Congregación en plena actividad en España y América. Había recibido en la
Congregación a 1.260 hermanitas, de las cuales muchas se le habían anticipado
en la muerte.
Sus restos
mortales fueron trasladados a Valencia, a la Casa Madre de la Congregación, y
son objeto de fervoroso culto. Fue beatificada por Pío XII el 27 abril 1958 y
canonizada el 27 enero 1974 por Pablo VI, que con tal motivo pronunció una
homilía exaltando el valor de su santidad y de su vocación en favor de los
ancianos desvalidos. Se celebra su fiesta el 26 de agosto.
SANTA MÓNICA
27 DE AGOSTO
Nació
en Tagaste (África) el año 331, de familia cristiana. Muy joven, fue dada en
matrimonio a un hombre llamado Patricio, del que tuvo varios hijos, entre ellos
San Agustín, cuya conversión le costó muchas lágrimas y oraciones. Fue un
modelo de madres; alimentó su fe con la oración y la embelleció con sus
virtudes. Murió en Ostia el año 387.
Santa Mónica,
Madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la
ciudad de Cartago en el año 332.
Sus padres
encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en
disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas
tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : "Ahora cada vez que
tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y
tengan las llaves de la pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará
mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor,
empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de
vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por
defenderse le gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó profundamente y nunca lo
olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas
alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la
gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.
Su esposo
Ella deseaba
dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que
tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen
trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no
tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta
años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor
disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron
tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y
consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.
En aquella
región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas, las
demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres
de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los
esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : "Es
que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen
genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo
no acepto entrar en pelea, pues....no peleamos". Patricio no era católico,
y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande
hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos
oficios.y Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica
rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia
de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su
suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de
su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año
después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema
de su hijo mayor.
San Agustín
Patricio y
Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente
inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago,
a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época,
solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y
celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le
importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto
ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores
pecados y errores.
Cuando murió su
padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez
más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el
temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse
católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo.
Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el
mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero
no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle
argumentar alsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y
cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.
La visión esperanzadora
Sucedió que en
esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la
pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y
le dijo "tu hijo volverá contigo", y enseguida vio a Agustín junto a
ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso
significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso
ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo,
sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta tan hábil impresionó mucho
a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del
cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se
convirtiera.
En cierta
ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo
sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de
Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se
pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que oyó
decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que
Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.
A los 29 años,
Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide
a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al
llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin
ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente
toma otro barco y va tras de él.
Un personaje influyente
En Milán;
Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San
Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de
bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica, San Ambrosio
también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su
gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un
cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio,
desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a
las verdades de la fe católica.
La conversión tan esperada
En el año 387,
ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la
fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.
Agustín, ya
convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y
se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había
conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su
hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al
mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las
alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: "
¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo,
el verte cristiano." Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días
se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.
A lo largo de
los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos
y han conseguido conversiones admirables.

SAN AGUSTÍN
28 DE AGOSTO
Nació el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, al norte de Africa. El padre
de Agustín. Patricio, era un pagano de temperamento violento; pero, gracias al
ejemplo de Mónica, su esposa, se bautizó poco antes de morir.
Aunque Agustín ingresó en el catecumenado desde la infancia, no recibió el
bautismo, de acuerdo con las costumbres de la época. En su juventud se dejó
arrastrar por los malos ejemplos y, hasta los 32 años, llevó una vida
licenciosa, aferrado a la herejía maniquea. De ello habla en sus
"Confesiones", que comprenden la descripción de su conversión y la
muerte de Mónica, su madre. Dicha obra fue escrita para mostrar la misericordia
de Dios hacia un gran pecador, que por esta gracia, llegó a ser también, y en
mayor medida, un gran santo. Mónica había enseñado a orar a su hijo desde niño,
y le había instruido en la fe, de modo que el mismo Agustín que cayó gravemente
enfermo, pidió que le fuese conferido el bautismo y Mónica hizo todos los
preparativos para que los recibiera; pero la salud del joven mejoró y el
bautismo fue diferido. El santo condenó más tarde, con mucha razón, la
costumbre de diferir el bautismo por miedo de pecar después de haberlo
recibido.
A raíz del saqueo de Roma por Alarico, el año 410, los paganos renovaron
sus ataques contra el cristianismo, atribuyéndole todas las calamidades del
Imperio. Para responder a esos ataques, San Agustín escribió su gran obra
"La Ciudad de Dios". Esta obra, es después de "Las
Confesiones", la obra más conocida del santo. Ella es no sólo una
respuesta a los paganos, sino trata toda una filosofía de la historia
providencial del mundo. Luego de "Las Confesiones" escribió también
"Las Retractaciones", donde expuso con la misma sinceridad los
errores que había cometido en sus juicios.
Murió el 28 de agosto de 430, a los 72 años de edad, de los cuales había
pasado casi 40 consagrado al servicio de Dios.
MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA
29 DE AGOSTO
Esta memoria “se remonta a la dedicación de una
cripta de Sebaste, en Samaria, donde, ya a mediados del siglo IV, se veneraba
su cabeza. Su culto se extendió después a Jerusalén, a las Iglesias de Oriente
y a Roma, con el título de Decapitación de san Juan Bautista”, según explicó
Benedicto XVi en 2013.
Añadió que “en el Martirologio romano se hace
referencia a un segundo hallazgo de la preciosa reliquia, transportada, para la
ocasión, a la iglesia de San Silvestre en Campo Marzio, en Roma. Estas pequeñas
referencias históricas nos ayudan a comprender cuán antigua y profunda es la
veneración de San Juan Bautista”.
El relato de la muerte de San Juan Bautista está en
el Evangelio de San Marcos, capítulo 6, del 17 al 29, en el que narra el
banquete ofrecido por Herodes por su cumpleaños, donde danzó Salomé, hija de
Herodías, la esposa de su hermano con quien tenía una relación adúltera.
Según el relato del evangelio, "Herodes había
mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la
prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual
Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes:
'No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano'. Herodías le
tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no
podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un
hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso,
y lo escuchaba con gusto".
El baile le gustó tanto a Herodes que le prometió a
la joven cumplirle cualquier deseo. Por eso ella, a sugerencia de su madre,
pide la cabeza de Juan Bautista, la cual le fue entregada en una bandeja.
San Juan Bautista, mártir de la verdad
El 30 de agosto de 2012, Benedicto XVI dedicó su
catequesis de la Audiencia General a esta memoria. "La Iglesia celebra hoy
la memoria del Martirio de San Juan Bautista, el precursor de Jesús, que
testimonia con su sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios. Su vida nos
enseña que cuando la existencia se fundamenta sobre la oración, sobre una
constante y sólida relación con Dios, se adquiere la valentía de permitir que
Cristo oriente nuestros pensamientos y nuestras acciones", dijo.
Benedicto XVI destacó que "celebrar el martirio
de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro
tiempo, que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su
Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay componendas".
"La vida cristiana exige, por decirlo de
alguna manera, el 'martirio' de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir,
el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro
pensamiento y nuestras acciones. Pero esto sólo puede suceder en nuestra vida
si la relación con Dios es sólida".
"La oración no es tiempo perdido, no es robar
espacio a las actividades, incluso a las apostólicas, sino que es exactamente
lo contrario: sólo si somos capaces de una vida de oración fiel, constante y
confiada, será el mismo Dios quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir
de modo feliz y sereno, para superar las dificultades y testimoniarlo con
valor. Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos
conservar siempre la primacía de Dios en nuestra vida", agregó.