Noviembre. Santos

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

1 DE NOVIEMBRE

 

El 1 de noviembre la Iglesia Católica se llena de alegría al celebrar la Solemnidad de Todos los Santos, tanto aquellos conocidos como los desconocidos, que con su vida son ejemplo de que sí es posible llegar al cielo.

“Hoy nosotros estamos inmersos con el espíritu entre esta muchedumbre innumerable de santos, de salvados, los cuales, a partir del justo Abel, hasta el que quizá está muriendo en este momento en alguna parte del mundo, nos rodean, nos animan, y cantan todos juntos un poderoso himno de gloria”, decía San Juan Pablo II un primero de noviembre de 1980.

Esta celebración tuvo sus orígenes por el siglo IV debido a la gran cantidad de mártires en la Iglesia. Más adelante el 13 de mayo del 610 el Papa Bonifacio IV dedica el Panteón romano al culto cristiano, colocando de titulares a la Bienaventurada Madre de Dios y a todos los mártires. Es así que se les empieza a festejar en esta fecha.

Posteriormente el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la fiesta al 1 de noviembre, muy probablemente para contrarrestar la celebración pagana del “Samhain” o año nuevo celta (en la actualidad Halloween) que se celebra la noche del 31 de octubre.

En el 2013 el Papa Francisco, ante una gran multitud de gente, exhortó: “Dios te dice: no tengas miedo de la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios”.
 
 

 

 
CONMEMORACION DE LOS FIELES DIFUNTOS

2 DE NOVIEMBRE
 
 
 
Esta fiesta responde a una larga tradición de fe en la Iglesia: orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la completa hermosura de su alma. La Iglesia llama "Purgatorio" a esa purificación; y para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14). La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, la Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos. Al respecto, San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso". Estos actos de piedad son constantemente alentados por la Iglesia.





SAN MARTÍN DE PORRES
3 DE NOVIEMBRE



 

 
Martín es bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde años más tarde Santa Rosa de Lima también lo fuera.

Son misteriosos los caminos del Señor: no fue sino un santo quien lo confirmó en la fe de sus padres. Fue Santo Toribio de Mogrovejo, primer arzobispo de Lima, quien hizo descender el Espíritu sobre su moreno corazón, corazón que el Señor fue haciendo manso y humilde como el de su Madre.

A los doce Martín entró de aprendiz de peluquero, y asistente de un dentista. La fama de su santidad corre de boca en boca por la ciudad de Lima. 

Martín conoció al Fraile Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes, quien lo invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario. 

Las leyes de aquel entonces le impedían ser religioso por el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresó como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida. 
San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: "Pasar desapercibido y ser el último". Su anhelo más profundo siempre es de seguir a Jesús. Se le confía la limpieza de la casa; por lo que la escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida. 
Sirve y atiende a todos, pero no es comprendido por todos. Un día cortaba el pelo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en insultarlo: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.
 
San Martín llevaba ya dos años en el convento, y hacía seis que no veía a su padre, éste lo visita y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín se convierta en hermano cooperador.
El 2 de junio de 1603 se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: "Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor". La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: "No hay gusto mayor que dar a los pobres".
Su hermana Juana tenía buena posición social, por lo que, en una finca de ella, daba cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y ratones.
Pronto la virtud del moreno dejó de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más abandonadas que podía encontrar en la calle. Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando al mulato a su Reconciliador.
Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa, por lo que el Superior le prohíbe realizar nada extraordinario sin su consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el interesado quedan cautivados por su docilidad.
Cuando vio que se acercaba el momento feliz de ir a gozar de la presencia de Dios, pidió a los religiosos que le rodeaban que entonasen el Credo. Mientras lo cantaban, entregó su alma a Dios. Era el 3 de noviembre de 1639.
Su muerte causó profunda conmoción en la ciudad. Había sido el hermano y enfermero de todos, singularmente de los más pobres. Todos se disputaban por conseguir alguna reliquia. Toda la ciudad le dio el último adiós.
Su culto se ha extendido prodigiosamente. Gregorio XVI lo declaró Beato en 1837. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la homilía de la canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo: su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de "Martín de la caridad".
Su fiesta se celebra el 3 de noviembre.





SAN CARLOS BORROMEO
4 DE NOVIEMBRE

 
 
 

Cada 4 de noviembre la Iglesia celebra a San Carlos Borromeo, el Santo Patrono de San Juan Pablo II y muy ligado a la vida del Pontífice polaco. 

San Carlos Borromeo nació en Italia en 1538 en una familia muy rica. Fue sobrino del Papa Pío IV y ocupó altos cargos eclesiásticos, llegando a ser Arzobispo de Milán y Cardenal. 

Su participación en el Concilio de Trento fue clave para que éste se llevara a término, en la que se aprobaran muchos decretos dogmáticos y disciplinarios. 

San Carlos se preocupó mucho por la formación de los sacerdotes. Destituyó a algunos presbíteros indignos y los reemplazó por personas que restauraran la fe y las costumbres del pueblo. 

La vida de San Carlos Borromeo corrió grave peligro cuando la orden religiosa de los Humiliati, que poseía muchos monasterios, tierras y miembros corrompidos, intentaron desprestigiarlo para que el Papa anulase las disposiciones del Santo. Al no conseguir su cometido, tres priores de la orden armaron un complot para matarlo. 

Jerónimo Donati, un mal sacerdote de la orden, aceptó asesinarlo por 20 monedas de oro, y le disparó cuando se encontraba orando en la capilla de su casa, pero la bala sólo tocó la ropa y el manto del Cardenal. 

Cuando en Milán se propagó una terrible peste, San Carlos se consagró al cuidado de los enfermos. Como su clero no se daba abasto para asistir a las víctimas, pidió ayuda a los superiores de las comunidades religiosas y de inmediato muchos religiosos se ofrecieron como voluntarios.

Borromeo no se contentó con orar y asistir personalmente a los moribundos, sino que también agotó sus recursos para ayudar a los necesitados y contrajo fuertes deudas.

Fue amigo de San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Pío V, San Félix de Cantalicio, San Andrés Avelino y de muchos más. Llegó incluso a darle la primera comunión al adolescente San Luis Gonzaga.

Partió a la Casa del Padre el 4 de noviembre de 1584, siendo pobre y diciendo: "Ya voy, Señor, ya voy".

San Carlos Borromeo y San Juan Pablo II

Aunque vivieron en épocas diferentes, los dos están unidos al tener historias parecidas que el mismo San Juan Pablo II resaltó en su audiencia del 04 de noviembre de 1981.

La primera similitud está en el nombre. “Karol” Wojtila en español es “Carlos”, nombre con el cual San Juan Pablo II fue bautizado, quedando bajo la protección del Santo para crecer en la misión de ser hijo adoptivo de Dios. 

“He aquí el papel que San Carlos realiza en mi vida y en la vida de todos los que llevan su nombre”, destacó.
 
La segunda similitud está en una pistola. Así como se buscó acabar con la vida del Arzobispo de Milán en el S. XVI, el Papa peregrino enfatizó que el atentado de bala que sufrió en mayo del ´81 le había permitido “mirar la vida de modo nuevo: esta vida, cuyo comienzo está unido a la memoria de mis padres y simultáneamente al misterio del bautismo y al nombre de San Carlos Borromeo”, señaló. 

El tercer parecido está en los Concilios. San Borromeo participó en el Concilio de Trento y San Juan Pablo II hizo lo mismo en el Vaticano II. Al igual que su patrono, el Santo del Siglo XX también introdujo las enseñanzas del Concilio en su propia Arquidiócesis. 

Por último está el amor a los pobres y los enfermos. Juan Pablo II es recordado por visitar a los más necesitados y Borromeo no dudó en asistir personalmente a los afectados por la peste. 

Se dice que San Carlos Borromeo fue tan querido que en Milán casi nadie durmió la noche que él agonizaba y Juan Pablo II mantuvo en oración al mundo antes de morir. 

“Mirando mi vida en la perspectiva del bautismo, mirándola a través del ejemplo de San Carlos Borromeo, doy las gracias a todos los que hoy, en todo el período pasado, y continuamente, también ahora, me sostienen con la oración y a veces incluso con grandes sacrificios personales”,  dijo aquel entonces el Santo Polaco.
 



 


SAN ZACARÍAS Y SANTA ISABEL, P
PADRES DE JUAN BAUTISTA
5 DE NOVIEMBRE


 
 
 “Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor”, afirma San Lucas en su evangelio (Lc. 1,6) sobre San Zacarías y Santa Isabel -padres de San Juan Bautista y tíos de Jesús-, cuya fiesta litúrgica es cada 5 de noviembre. 

Tal como describe el Evangelista San Lucas en su primer capítulo, Zacarías pertenecía a la clase sacerdotal de Abdías e Isabel era descendiente de Aarón. Ambos eran de edad avanzada y no tenían hijos porque Isabel era estéril.

Cierto día le tocó a Zacarías ingresar al “Santuario del Señor” para quemar el incienso. Un ángel del Señor se le apareció y le dijo que su esposa le daría un hijo al que llamaría Juan.

“Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto”, le dijo el ángel a Zacarías. 

Zacarías le preguntó cómo podía estar seguro de esto porque él y su esposa eran ancianos. A lo que el ángel contestó que él era Gabriel, el que está delante de Dios, y que había sido enviado para hablarle y anunciarle esta buena noticia. Luego le dijo que se quedaría mudo por no haber creído. 

Cuando Zacarías retornó a su casa, su esposa Isabel concibió un hijo y ella pensaba: “Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres”. 

Después que el ángel Gabriel se le apareció a la Virgen María, la Madre de Dios fue a ayudar a Isabel, quien al verla, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. 

Cuando Juan nació todos se alegraban de la misericordia de Dios. En el día de la circuncisión, todos querían llamarlo como su padre. Sin embargo, Isabel comunicó que se llamaría Juan, Zacarías lo confirmó escribiendo ese nombre en una pizarra y al instante recuperó el habla. 

Finalmente el papá de San Juan Bautista, alabando a Dios, pronunció el famoso “Cántico de Zacarías”, una de las oraciones que los sacerdotes y religiosos rezan cada mañana en sus oraciones llamadas “Laudes”. 


 
 
 


SAN LEONARDO DE NOBLAC,
PATRONO DE PARTURIENTAS Y PRISIONEROS
6 DE NOVIEMBRE
 
 
 
 
Es uno de los santos más populares de Europa central. En efecto; dice un estudioso que en su honor se erigieron no menos de seiscientas iglesias y capillas, y su nombre aparece frecuentemente en la toponomástica y en el folclor. El mismo estudioso añade que él «despertó una devoción particular en tiempos de las cruzadas, y entre los devotos se cuenta el príncipe Boemundo de Antioquía que, hecho prisionero por los infieles en 1100, atribuyó su liberación en 1103 al santo, y, de regreso a Europa, donó al santuario de Saint-Léonard-de-Noblac, como ex voto, unas cadenas de plata parecidas a las que él había llevado durante su cautiverio». San Leonardo de Noblac (o de Limoges) es un santo «descubierto» a principios del siglo XI, y a ese período remontan las primeras biografías, que después inspiraron el culto hacia él.
 
Leonardo nació en Galia en tiempos del emperador Anastasio, es decir, entre el 491 y el 518. Como sus padres, a más de nobles, eran amigos de Clodoveo, el gran jefe de los Francos, éste quiso servir de padrino en el bautismo del niño. Cuando ya era joven, Leonardo no quiso seguir la carrera de las armas y prefirió ponerse al servicio de San Remigio, que era obispo de Reims.
 
Como San Remigio, sirviéndose de la amistad con el rey, había obtenido el privilegio de poder conceder la libertad a todos los prisioneros que encontrara, también Leonardo pidió y obtuvo un poder semejante, que ejerció muchas veces. El rey quiso concederle algo más: la dignidad episcopal. Pero Leonardo, que no aspiraba a glorias humanas, prefirió retirarse primero a San Maximino en Micy, y después a un lugar cercano a Limoges, en el centro de un bosque llamado Pavum.
 
Un día su soledad se vio interrumpida por la llegada de Clodoveo que iba a cacería junto con todo su séquito. Con el rey iba también la reina, a quien precisamente en ese momento le vinieron los dolores del parto. Las oraciones y los cuidados de San Leonardo hicieron que el parto saliera muy bien, y entonces el rey hizo con el santo un pacto muy particular: le obsequiaría, para construir un monasterio, todo el territorio que pudiera recorrer a lomo de un burro. Alrededor del oratorio en honor de María Santísima habría surgido una nueva ciudad.
 

 



BEATO FRANCISCO PALAU,

PREDICADOR DE LAS MISIONES POPULARES

7 DE DICIEMBRE

 


 

 
Nació en Aytona (Lérida) el 29 de diciembre de 1811, de familia pobre pero muy cristiana.
En 1828 ingresó en el seminario de Lérida, donde estudió filosofía y teología durante cuatro años.
El 14 de noviembre de 1832 vistió el hábito de carmelita teresiano en Barcelona, donde profesó el 15 de noviembre de 1833. 
En 1835 incendiaron el convento de Barcelona, donde él vivía, y el 2 de Abril de 1836 se ordenaba sacerdote. Se entregó de lleno al apostolado y a la oración. Vivió doce años exiliado en Francia (1840-1851) y vuelto a España, se le confinó injustamente a Ibiza (1854-1860). 
En la soledad del Vedrá -majestuoso islote frente a Ibiza- vive las vicisitudes de la Iglesia inmerso en su Misterio. 
En Baleares funda en 1860 las dos congregaciones religiosas: Hermanas y Hermanos Carmelitas Terciarios de la Virgen del Carmen.
La reina Isabel II interviene para que regrese a España, donde organiza su intenso apostolado. Ha medido sus fuerzas con todos los obstáculos y cuenta con la gracia para ganar todas las batallas que le presente el enemigo.
Dotado por Dios con el don de profecía y milagros, tuvo que soportar varias denuncias y juicios por las numerosas curaciones que hacía sin ser facultativo. En varias ocasiones practicó los exorcismos con el más cumplido éxito. 
Predica misiones populares en las islas y en la península, extendiendo la devoción mañana a su paso. Viaja a Roma en 1866 y de nuevo en 1870 para presentar sus preocupaciones sobre el exorcistado al papa y a los Padres del Concilio Vaticano I. 
Muere en Tarragona el 20 de marzo de 1872 a sus 61 años de edad. Es entonces, que las Hermanas se dividen en Carmelitas Misioneras Teresianas y en Carmelitas Misioneras, quienes encarnan su espíritu y hacen que el Padre Palau siga aún hoy vivo en sus hijas. Posteriormente durante la guerra civil española (1936-1939), desaparece la rama masculina de los Hermanos Carmelitas. 
El 24 de abril de 1988 es beatificado por el papa Juan Pablo II. 
Su fiesta la celebramos el 7 de noviembre.





SAN ADEODATO I, PAPA
8 DE NOVIEMBRE
 
 



El Papa Adeodato I, o Deusdedit, fue pontífice en un momento en que se empezaba a sentir cada vez más claro y fuerte el sentimiento de intolerancia y de independencia hacia el poder bizantino.

Hubo levantamientos en Rávena, en Nápoles y en la misma Roma. Los territorios gobernados por los Lombardos. Por lo contrario, gozaban de cierta tranquilidad.

Pocas son las noticias históricas: hijo del subdiácono romano Esteban, fue durante cuarenta años sacerdote en Roma antes de suceder en la cátedra pontificia al Papa Bonifacio IV el 19 de octubre del 615. 

Murió en noviembre del 618, amado y llorado por los romanos, que pudieron apreciar el buen corazón durante las grandes calamidades que atormentaron a Roma durante los tres años de su pontificado: el terremoto, que dio el golpe de gracia a los marmóreos edificios del Foro, ya desbastados por las continuas invasiones de los bárbaros, y una terrible epidemia llamada elefancía. 

Fue el primer Papa que estableció con testamento donaciones para distribuir al pueblo con ocasión de los funerales del sumo pontífice. En Roma el Papa no sólo era el obispo y el pastor espiritual, sino también el guía civil, el juez, el supremo magistrado, el que garantizaba el orden. A la muerte de todo pontífice los romanos se sentían sin protección, expuestos a las invasiones de los bárbaros nórdicos o a las venganzas del imperio de Oriente. La teoría medieval de los "dos soles", el Papa y el emperador, que deberían gobernar unidos al mundo cristiano, no era aceptada en Constantinopla.

El Papa Adeodato se demostró un hábil mediador y paciente interlocutor con el otro "sol" que en realidad de verdad fue muy poco solícito con Italia, excepción hecha de la vez que envió al exarca Eleuterio a dominar la revolución de Ravena y de Nápoles. Fue la única ocasión en que el Papa Adeodato, ocupado en aliviar la suerte de los habitantes de Roma por las calamidades ya referidas, tuvo un contacto, aunque indirecto, con el emperador. 

Tuvo fama de ser un taumaturgo: curaba las formas más graves de peste con sólo apoyar sus labios sobre las llagas inmundas de los enfermos. Baronio pone en el Martirologio Romano un episodio que confirma la fama de santidad que rodeaba al venerable pontífice "dado por Dios" (como dice la etimología del nombre) como guía de los cristianos en una época tan atormentada: durante una de sus visitas a los enfermos, los más abandonados, esto es lo más atacados por la terrible enfermedad de la lepra, habría curado a uno de estos infelices después de haberlo abrazado y besado cariñosamente. 

El Liber pontificalis, recordando dos hechos de su pontificado, afirma que Adeodato amó mucho a su clero, al que defendió respecto del clero monástico o regular, privilegiado desde cuando Gregorio Magno les había confiado a los monjes importantes cargos en el apostolado misionero y en la misma organización eclesial. El segundo hecho se refiere a la facultad de celebrar una segunda misa el mismo día (binación).

 De él se conoce el sello de plomo con el que solía marcar los documentos oficiales: el Buen Pastor entre las ovejas y los símbolos cristológicos de alfa y omega. Fue el primero que lo usó. Su forma es redonda, grande como una moneda y en latín se llama bulla, de la que deriva bula. Dejó un regalo de plata a cada clérigo presente en sus funerales.


 


SAN MARTÍN DE TOURS, OBISPO
11 DE NOVIEMBRE
 
 
 

Nació en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era hijo de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme militar.

Durante más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el hecho que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: "Martín, hoy me cubriste con tu manto".

Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o sea estaba preparándose para el bautismo). Luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: "Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión". El general quiso darle varios premios pero él le dijo: "Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales".

En seguida se fue a Poitiers donde era obispo el gran sabio San Hilario, el cual lo recibió como discípulo y se encargó de instruirlo.

Como Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a la meditación, San Hilario le cedió unas tierras en sitio solitario y allá fue con varios amigos, y fundó el primer convento o monasterio que hubo en Francia. En esa soledad estuvo diez años dedicado a orar, a hacer sacrificios y a estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes de los alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas curaciones y varios prodigios. Cuando después le preguntaban qué profesiones había ejercido respondía: "fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma".

Un día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar.

En Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 mojes. Y los milagros, la predicación, y la piedad del nuevo obispo hicieron desaparecer prontamente el paganismo de esa región, y las conversiones al cristianismo eran de todos los días. A los primeros que convirtió fue a su madre y a sus hermanos que eran paganos.

Un día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole que era un cobarde por haberse retirado del ejército. Él le contestó: "Con la espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales".

Recorrió todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un sacerdote. Él fue fundador de las parroquias rurales en Francia.

Dice su biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a Martín siempre de buen genio, alegre y amable. Que en su trato empleaba la más exquisita bondad con todos.

Un día en un banquete San Martín tuvo que ofrecer una copa de vino, y la pasó primero a un sacerdote y después sí al emperador, que estaba allí a su lado. Y explicó el por qué: "Es que el emperador tiene potestad sobre lo material, pero al sacerdote Dios le concedió la potestad sobre lo espiritual". Al emperador le agradó aquella explicación.

En los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo querían eran ciertos tipos que querían vivir en paz con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De uno de ellos, que inventaba toda clase de cuentos contra San Martín, porque éste le criticaba sus malas costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer castigar: "Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este que me traiciona?".

Con varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en ese tiempo se acostumbraba torturar a los prisioneros para que declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no permitía la tortura.

Supo por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando: "¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?". El santo respondió con una frase que se ha hecho famosa: "Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehúso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar".

Pero Dios vio que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo llevó a que recibiera en el cielo el premio por sus grandes labores en la tierra.

El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó un pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para decir "medio manto" se dice "capilla", la gente decía: "Vamos a orar donde está la capilla". Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.



 



SAN JOSAFAT, EL MÁRTIR “LADRÓN DE ALMAS”

12 DE NOVIEMBRE 
 
 


El 12 de noviembre la Iglesia celebra a San Josafat, patrono de la Reunión entre Ortodoxos y Católicos.  Derramó su sangre por la unidad de los cristianos y era llamado por sus adversarios “ladrón de almas”. 

Josafat, que significa “Dios es mi juez”, nació en Vladimir de Volhinia por el 1580 de padres ortodoxos. Al convertirse al catolicismo, ingresó a la Orden de San Basilio. Fue ordenado sacerdote en el rito bizantino y posteriormente llegó a ser Arzobispo de Polotzk, Lituania. 

Durante ese tiempo, muchos se inclinaban al cisma con Roma, las iglesias estaban en ruinas, muchos del clero secular se habían casado y algunos varias veces, y la vida monástica estaba en decadencia.

San Josafat convocó a Sínodos en las principales ciudades, publicó un texto de catecismo, dispuso ordenaciones sobre la conducta del clero y buscó liberar de interferencias externas los asuntos de las iglesias locales. Todo esto sin dejar la administración de los sacramentos, la visita a los pobres, enfermos y prisioneros. 

Sufrió calumnias, críticas e incomprensión de sus enemigos y por parte de algunos católicos que querían evitar la disciplina y las exigencias morales. 

Los adversarios buscaron más de una oportunidad para matarlo y San Josafat les llegó a decir: “Estoy pronto a morir por la sagrada unión, por la supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice."
 

El 12 de noviembre de 1623 un sacerdote enemigo buscó a San Josafat para insultarlo. Entonces el Santo mandó a que encerrasen al agresor en un aposento de la casa del Arzobispo. Al regresar de la Iglesia, el Prelado dio libertad al cura, después de haberle amonestado, pero una turba ingresó a la casa golpeando a los criados y exigiendo la muerte de San Josafat. “¡Muerte al papista!”, gritaban. 

El Santo, que salió en defensa de los criados, cayó atravesado por una lanza y herido de bala. Su cuerpo fue arrastrado por las calles y arrojado al río Divna. Esto produjo un movimiento en favor de la unidad católica que pasó por un fuerte periodo de violencia.

San Josafat fue canonizado por el Beato Pío IX, siendo el primer Santo de la Iglesia de oriente con un proceso formal.

Durante el Concilio Vaticano II, y a solicitud del Papa San Juan XXIII, los restos de San Josafat fueron puestos en el altar de San Basilio en la Basílica de San Pedro.

El Papa Pío XI, en su Carta Encíclica “Ecclesiam Dei” escribió que San Josafat “comenzó a dedicarse a la restauración de la unidad, con tanta fuerza y tanta suavidad a la vez y con tanto fruto que sus mismos adversarios lo llamaban “ladrón de almas”.


 

SANTA FRANCISCA JAVIER CABRINI
PATRONA DE LOS EMIGRANTE
13 DE NOVIEMBRE


 



 
“La madre Cabrini es una mujer muy inteligente y de gran virtud… Es una santa”, dijo en una ocasión el Papa León XIII, quien conoció personalmente a Santa Francisca Javier Cabrini, patrona de los emigrantes.

Santa María Francisca nació en 1850 en Italia en una familia acomodada. Desde pequeña, al escuchar lecturas misioneras, quiso ir a predicar a tierras extranjeras, pero sus padres la enviaron a estudiar para profesora con las religiosas de Arluno.

En 1870 murieron sus padres y con el tiempo Francisca buscó ingresar a la congregación donde realizó sus estudios, pero no fue admitida por su mala salud. Intentó en otra congregación pero tampoco la recibieron.

El Obispo y un sacerdote amigo la invitaron a entrar en el orfanato “Casa de la Providencia”, donde la fundadora llamada Tondini había realizado una mala administración. La Santa aceptó y con un grupo de compañeras fundó a las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, bajo la inspiración de San Francisco Javier.

La conducta de Tondina, quien al parecer estaba mal de la cabeza, se convirtió en escándalo público. El Obispo aconsejó a Francisca a salir como misionera y cerró el orfanato. La madre Cabrini con sus fieles compañeras se trasladaron a un convento franciscano que estaba vacío. Redactó las reglas, el Obispo las aprobó y así abrió otras casas.

Viajó a Roma para obtener la aprobación de su congregación en la Santa Sede y algunos obispos, entre los que estaba el Arzobispo de Nueva York, le pidieron que enviara sus religiosas a Estados Unidos. Santa Francisca por aquel entonces tuvo un sueño que se lo contó al Papa León XIII y el Pontífice la animó ir al occidente y no a China.

A pesar de su miedo al agua por haber caído a un río siendo niña, cruzó el Atlántico y llegó a Nueva York en 1889. Allí se encontró con una realidad pastoral muy dura ya que había una gran multitud de pobres europeos que habían emigrado a los Estados Unidos; y los sacerdotes en su mayoría estaban allí por mala conducta.

El Arzobispo tuvo problemas para recibirlas y les dijo que lo mejor era que volvieran a Italia. Santa Francisca decidida y firme le respondió que el Papa la había enviado a allí y que se iba a quedar. En poco tiempo la madre Cabrini obtuvo ayuda para iniciar un orfanato y consiguió casa para sus religiosas.

Poco a poco la congregación se fue expandiendo en Estados Unidos, ayudando con mucha caridad a los emigrantes y a todos los necesitados. La gente que trataba con ella la admiraba y la quería. Aunque era estricta, Santa Francisca tenía un gran sentido de justicia.

“Amense unas a otras. Sacrifíquense constantemente y de buen grado por sus hermanas. Sean bondadosas; no sean duras ni bruscas, no abriguen resentimientos; sean mansas y pacíficas”, solía decir a sus religiosas.

Por su actividad misionera tuvo que viajar a Nicaragua, Argentina, Costa Rica, Panamá, Chile, Brasil, Francia e Inglaterra.

En 1907 finalmente aprobaron las constituciones de su congregación que ya estaba en ocho países con más de mil religiosas en escuelas, hospitales y otras instituciones.

Más adelante la salud de Santa Francisca empezó a decaer y partió a la Casa del Padre el 22 de diciembre de 1917.




 
 
SAN DIEGO DE ALCALÁ,
          RELIGIOSO FRANCISCANO

13 DE NOVIEMBRE


 
 
 
Nació en España en el año 1400, de familia muy pobre. De joven fue a un campo solitario a acompañar a un familiar que hacía allí vida de monje ermitaño. Y de él aprendió el arte de la oración y de la meditación y un gran cariño por Jesús Crucificado.

Se dedicó a las labores manuales y a recoger leña, y con lo que ganaba ayudaba a muchos pobres. Y como el que más da, más recibe, la gente empezó a llevarle abundantes limosnas para que repartiera entre los necesitados. 

Pero sucedió que leyó la vida de San Francisco de Asís y se entusiasmó grandemente por el modo de vivir de este santo, y además estaba preocupado porque su demasiada popularidad en su tierra le quitaba la oportunidad de poder vivir en soledad y recogimiento. Y así fue que pidió ser recibido como religioso franciscano y fue admitido. 

Diego había hecho muy pocos estudios, pero era muy iluminado por luces celestiales, y así sucedía que cuando le preguntaban acerca de los temas espirituales más difíciles, daba unas respuestas que dejaban admirados a todos. 

Fue enviado a misionar a las Islas Canarias y allá logró la conversión de muchos paganos y no permitió que los colonos esclavizaran a los nativos. Y haciendo una excepción a la regla, los superiores lo nombraron superior de la comunidad, siendo un simple lego. Y lo hizo muy bien. 

En 1449 hizo un viaje desde España hasta Roma a pie. Iba a asistir a la canonización de San Bernardino de Siena. Acompañaba al Padre superior, el P. Alonso de Castro. Este se enfermó y Diego lo atendió con tan gran esmero y delicadeza, que los superiores lo encargaron por tres meses de la dirección del hospital de la comunidad de Roma, y allí hizo numerosas curaciones milagrosas a enfermos incurables.
 
A San Diego lo pintan llevando algo escondido en el manto. Es un mercado para los pobres. Y es que en los últimos años estuvo de portero en varios conventos y regalaba a los pobres todo lo que encontraba. Y dicen que en un día en que llevaba un mercado a un mendigo se encontró con un superior que era muy bravo y este le preguntó qué llevaba allí. El santito muy asustado le respondió que llevaba unas rosas, y al abrir el manto sólo aparecieron rosas y más rosas.

Los últimos años de su vida pasaba días enteros dedicados a la oración. Al ver un crucifijo quedaba en éxtasis. Su amor por la Virgen Santísima era inmenso. Untaba a los enfermos con un poco de aceite de la lámpara del altar de la Virgen y los enfermos se curaban. Un muchacho cayó en un horno ardiente, y el santo lo bendijo y el joven salió sano y sin quemaduras. 

El 12 de noviembre del año 1463, sintiéndose morir pidió un crucifijo y recitando aquel himno del Viernes Santo que dice: "¡Dulce leño, dulces clavos que soportásteis tan dulce peso!" expiró santamente.

En su sepulcro se obraron muchos milagros y el mismo rey de España, Felipe II, obtuvo la milagrosa curación de su hijo al rezarle a Diego. Por eso el rey le pidió al Sumo Pontífice que lo declarara santo. Y fue canonizado sólo 25 años después de haber muerto, en 1588. 







SAN ROQUE,
CUYO CORAZÓN HABLÓ A LOS QUE LO MATARON

16 DE NOVIEMBRE

 
 


Cada 16 de noviembre la Iglesia celebra a San Roque Gonzáles de Santa Cruz, sacerdote mártir cuyo cuerpo fue quemado por anunciar el Evangelio en Sudamérica. Lo único que quedó de él fue su corazón que habló a sus asesinos. 
San Roque nació en Asunción, Paraguay, en 1576. A los 22 años fue ordenado sacerdote y posteriormente nombrado Párroco de la Catedral de Asunción. En 1609 ingresó a la Compañía de Jesús y un par de años después fue designado superior de la primera Reducción de Paraguay. 
En 1615 funda una reducción en Itapúa, la actual ciudad de Argentina de Posadas, y que luego se trasladó a la otra orilla del río, en lo que hoy se conoce como Encarnación, en Paraguay. Por eso es reconocido como fundador y patrono de las dos ciudades. 
 
San Roque solía llamar a la Virgen “conquistadora” ya que muchas veces bastaba con que levantara el cuadro de la imagen de la Madre de Dios para que los indios se convirtieran. 
Un 15 de noviembre de 1628 celebró la Santa Misa por Caaró, que hoy es parte de Brasil, y fue asesinado por un cacique. Los asaltantes quemaron su cuerpo, pero quedó el corazón intacto, que les habló buscando que se dieran cuenta de lo que habían hecho y los invitó al arrepentimiento. 
El corazón de San Roque se mantuvo incorrupto y fue llevado a Roma junto al hacha de piedra con el que fue martirizado. Actualmente, el corazón y el hacha se encuentran en la Capilla de los Mártires en el Colegio de Cristo Rey en Asunción, Paraguay. 
En 1988, San Juan Pablo II, durante su visita a Paraguay, canonizó a San Roque Gonzáles, y a los españoles San Alfonso Rodríguez y San Juan Del Castillo. Todos ellos mártires jesuitas en tierras americanas. 
“Ni los obstáculos de una naturaleza agreste, ni las incomprensiones de los hombres, ni los ataques de quienes veían en su acción evangelizadora un peligro para sus propios intereses, fueron capaces de atemorizar a estos campeones de la fe. Su entrega sin reservas los llevó hasta el martirio”, destacó el Papa peregrino en aquella celebración.






SANTA GERTRUDIS,
PATRONA DE LAS PERSONAS MÍSTICAS
16 NOVIEMBRE


 
 

 Cada 16 de noviembre se celebra la fiesta de Santa Gertrudis, vidente del Sagrado Corazón de Jesús y considerada patrona de las personas místicas. 

Santa Gertrudis nació el 6 de enero de 1256 en Alemania. A los cinco años fue enviada a estudiar al monasterio benedictino de Helfta, donde su hermana Santa Matilde fue abadesa y su maestra. Con el tiempo tomó el hábito y se hizo amiga de Santa Mechtilde de Hackeborn, quien también tenía una especial devoción al Corazón de Jesús.

Muchos siglos antes de que Cristo se le apareciera a Santa María Margarita de Alacoque, Santa Gertrudis tuvo experiencias místicas del Sagrado Corazón de Jesús. 

La Iglesia llama místicas a las personas que se dedican a tratar directamente con Dios por medios de fervorosas oraciones y reciben del Señor mensajes y revelaciones. 

En su vida cotidiana, la santa practicaba la comunión frecuente y tenía mucha devoción a San José. Se cuenta que en dos visiones diferentes reclinó la cabeza sobre el pecho de Jesús y oyó los latidos de su corazón. 

En una ocasión la santa le preguntó al Apóstol San Juan, quien recostó su cabeza junto al corazón del Señor en la Última Cena, por qué no había escrito nada sobre el Corazón de Jesús. 

El Evangelista le explicó que la revelación del Sagrado Corazón de Jesús estaba reservada para tiempos posteriores, cuando el mundo en frialdad necesitaría ser reavivado en el amor. 

A Santa Gertrudis se le atribuyen cinco libros que conforman el “Heraldo de la amorosa bondad de Dios” que son comúnmente llamados “Revelaciones de Santa Gertrudis”. El primero lo escribieron amigos cercanos de la santa, el segundo ella misma lo hizo y los restantes fueron compuestos con su dirección. 

En ellos habla de sus experiencias místicas y enseña que “la adversidad es el anillo espiritual que sella los esponsales con Dios”. También se le atribuyen oraciones del siglo XVII, aunque no son de ella. 

Santa Gertrudis padeció por diez años penosas enfermedades y partió a la Casa del Padre el 17 de noviembre de 1301 o 1302. Clemente XII mandó que su fiesta se celebrara en toda la Iglesia Católica.

 
Oración por las almas del purgatorio 

(El Señor le dijo a Santa Gertrudis que con esta oración podría liberar 1000 almas del purgatorio cada vez que la rezara).

Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las Misas celebradas hoy día a través del mundo por todas las benditas ánimas del purgatorio por todos los pecadores del mundo. Por los pecadores en la Iglesia universal, por aquellos en propia casa y dentro de mi familia. Amén.

 


 
SANTA ISABEL DE HUNGRIA

PATRONA DE LA TERCERA ORDEN FRANCISCAN SEGLAR

17 DE NOVIEMBRE

 



Su padre era rey de Hungría y fue hermano de Santa Eduvigis. Nacida en 1207, vivió en la tierra solamente 24 años, y fue canonizada apenas cuatro años después de su muerte. La Iglesia Católica ha visto en ella un modelo admirable de donación completa de sus bienes y de su vida entera a favor de los pobres y de los enfermos. 

Cuando ella sólo tenía veinte años y su hijo menor estaba recién nacido, el esposo murió luchando en las Cruzadas. La Santa estuvo a punto de sucumbir a la desesperanza, pero luego aceptó la voluntad de Dios. Renunció a propuestas que le hacían para nuevos matrimonios y decidió que el resto de su vida sería para vivir totalmente pobre y dedicarse a los más pobres. Daba de comer cada día a 900 pobres en el castillo. 

Un día, después de las ceremonias, cuando ya habían quitado los manteles a los altares, la santa se arrodilló ante un altar y delante de varios religiosos hizo voto de renunciar a todos sus bienes y de vivir totalmente pobre, como San Francisco de Asís hasta el final de su vida y de dedicarse por completo a ayudar a los más pobres. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana. Cuando apenas iba a cumplir sus 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad.  

Los milagros que sucedieron en su sepulcro movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte, y además, Santa Isabel de Hungría fue declarada patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.
 



 
 
SANTA INÉS DE ASÍS,

HERMANA DE SANTA CLARA DE ASIS

19 DE NOVIEMBRE
 
 

Inés de Asís, la hija segunda de Favarone y Hortelana, hermana de Clara «según la carne y según la pureza» (Leyenda de Sta. Clara 24), Tenía unos 15 años, cuando la hermana mayor Clara huyó de casa. A medida que transcurrían la Semana Santa y la de Pascua aumentaba en ella el deseo de reunirse con Clara para entregarse al Señor, como ella.

      El 3 de abril se decidió por fin a abandonar su casa y marcharse a Panzo, donde Clara la recibió con un abrazo, dando gracias a Dios por escuchar sus ruegos. Enseguida empezó a aleccionarla en el seguimiento de Cristo crucificado, pero la reacción de la familia ante la desaparición de Inés fue mucho más violenta que el día de la fuga de Clara. Doce caballeros airados, con el tío Monaldo al frente, corrían al monasterio y se abalanzaban sobre Inés, dispuestos a no permitir una nueva afrenta y otra pérdida familiar. A golpes y empellones la arrastraron fuera del monasterio, hasta un arroyo cercano, pero no pudieron dar un paso más. La resistencia de la jovencita y la oración de su hermana Clara pudieron más que la fuerza bruta de tantos hombres juntos, los cuales tuvieron que desistir, finalmente, de llevársela a casa.

 Dirigida por Francisco, juntamente con Clara, Inés progresó tan rápidamente en el camino de la santidad que su vida aparecía ante sus compañeras extraordinaria y sobrehumana. Caritativa y dulcísima de carácter, se inclinaba maternalmente sobre quien sufría por el motivo que fuera y se mostraba llena de piadosa solicitud hacia todos.

 Después, Francisco la envió como abadesa a Florencia, donde condujo a Dios a muchas almas, tanto con el ejemplo de su santidad de vida, como con su palabra dulce y persuasiva, llena de amor de Dios. Ferviente en el desprecio del mundo, implantó en aquel monasterio la observancia de la pobreza evangélica.

Inés atendió a su hermana Clara durante su enfermedad hasta su muerte, y murió poco tiempo después, alrededor del 16 de noviembre de 1253. 

La familia franciscana la celebra el 19 de noviembre. El cuerpo de santa Inés reposa en la misma Basílica de Asís donde descansan los restos de su hermana santa Clara, su otra hermana, Beatriz, y su madre Hortelana, que también se hicieron Damianitas, o Hermanas Pobres.
 


 
 
PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN

21 DE NOVEMBRE



 


Hoy, celebramos junto con toda la Iglesia, la Presentación en el Templo de la niña Santa María.
 
Es en una antigua y piadosa tradición que encontramos los orígenes de esta fiesta mariana que surge en el escrito apócrifo llamado "Protoevangelio de Santiago". Este relato cuenta que cuando la Virgen María era muy niña sus padres San Joaquín y Santa Ana la llevaron al templo de Jerusalén y allá la dejaron por un tiempo, junto con otro grupo de niñas, para ser instruida muy cuidadosamente respecto a la religión y a todos los deberes para con Dios.

Históricamente, el inicio de esta celebración fue la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén en el año 543. Estas fiestas se vienen conmemorando en Oriente desde el siglo VI, inclusive el emperador Miguel Comeno cuenta sobre esto en una Constitución de 1166. 

Más adelante, en 1372, el canciller en la corte del Rey de Chipre, habiendo sido enviado a Aviñón, en calidad de embajador ante el Papa Gregorio XI, le contó la magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. El Papa entonces la introdujo en Aviñón, y Sixto V la impuso a toda la Iglesia.
 

 
 
 
SANTA CECILIA, VIRGEN Y MARTIR
PATRONA DE LA MUSICA

22 DE NOVIEMBRE

 


Santa Cecilia es miembro de la alta sociedad romana y se convierte al cristianismo. Ella ha consagrado su virginidad a Dios, pero sus padres conciertan una boda con el joven Valeriano. El marido, después de bautizarse, respeta la decisión de Cecilia. Ambos son apresados por enterrar los cuerpos de otros cristianos. Cecilia es condenada a muerte pero sobrevive milagrosamente en varias ocasiones. Finalmente es martirizada. Santa Cecilia convirtió a muchos paganos al cristianismo y es Patrona de los músicos

Santa Cecilia proviene de una familia de la alta sociedad romana, lo que no impide que se convierta al cristianismo. Su conversión cae como un terremoto entre los aristócratas de la ciudad, pues uno de los suyos, de los ricos y poderosos, se ha convertido a la religión de los esclavos, de los pobres. Y no sólo se convierte, sino que se convierte en una cristiana devota, activa y en un ejemplo.
 
Los padres de Cecilia la habían prometido en matrimonio con un joven llamado Valeriano. Tras la boda, ella informó a su marido de su decisión de permanecer virgen por amor a Dios y que un ángel protegía su virginidad. Valeriano le responde que si es cierto quiere ver al ángel, y Cecilia le invita a bautizarse para poder verlo. Valeriano es bautizado por el Papa Urbano, y desde entonces ambos se consagran vírgenes al Señor.

Los esposos, junto al hermano de Valeriano, son encarcelados por enterrar cristianos, cosa que estaba prohibida. El prefecto de la ciudad quiere condenar a Cecilia y busca cualquier excusa para ello. Cita a Cecilia y le pide una relación de bienes de su marido y de su hermano, pero ella lo ha entregado todo a los pobres. El juez, en vez de condenarla, le propone un pacto. Si Cecilia ofrece un sacrificio a los dioses romanos, la deja libre. Cecilia responde que no hay más Dios que el de los cristianos, y que los ídolos son patrañas.

El prefecto la condena a morir en la hoguera pero los verdugos, por más leña que echan al fuego, no consiguen que Cecilia muera. El juez ordena entonces que le corten la cabeza. La espada impacta tres veces en el cuello de la santa, pero aun así no muere. Tienen que pasar tres días para que santa Cecilia muera mártir. Durante esos tres días, consigue convertir a muchísimos paganos.

El culto a santa Cecilia se inicia en el siglo V, en la iglesia construida sobre lo que había sido la casa de la santa. En dicha iglesia había una comunidad de monjes que fueron los primeros que celebraban a diario los oficios cantados. En el oficio divino de santa Cecilia había una antífona que decía «Cantantibus órganis Cecilia virgo corde suo soli Domino decantabat…» (Al son de los órganos la virgen Cecilia cantaba en su corazón sólo al Señor”. A raíz de estas coincidencias, la Academia de la Música de Roma nombró a santa Cecilia como su patrona. Se extendió posteriormente su patronazgo en el mundo entero para los músicos.
 
 
 
 


CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

 DE LA ORDEN FRANCISCANA

23 DE NOVIEMBRE


 


La Familia franciscana celebra hoy a todos los difuntos de las Tres Órdenes que tienen a San Francisco de Asís por fundador o inspirador. Para Francisco, la muerte se vuelve hermana que nos arranca de las luchas y preocupaciones de este mundo y nos introduce en una Vida nueva.

 Precisamente, el último canto que entonó este juglar de Dios en la tarde del 3 de octubre de 1226 -día de su tránsito- fue éste: "Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal"

Oh Dios, gloria de los fieles y vida de los justos: nosotros, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a nuestros hermanos y hermanas de la Familia franciscana, y a nuestros parientes y bienhechores difuntos, y, pues creyeron en la futura resurrección, merezcan alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo.
 


 
 
La Virgen de la Medalla Milagrosa
27 septiembre
 
 
 


"Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza", dijo la Virgen María a Santa Catalina Labouré un 27 de noviembre de 1830.
En la aparición, la Madre de Dios estaba con una túnica blanca y un velo del mismo color que cubría su cabeza hasta los pies. Su rostro era bellísimo. Los pies se posaban sobre un globo blanco y aplastaban una serpiente. 
Sus manos, a la altura del corazón, portaban un globo pequeño de oro, coronado con una crucecita. En los dedos aparecieron anillos con piedras preciosas que brillaban y alumbraban en toda dirección. 
La Virgen miró a Santa Catalina y le dijo: “este globo que ves (a los pies) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden”.  
El globo de oro que tenía la Virgen entre manos se desvaneció y sus brazos se extendieron abiertos, mientras los rayos de luz continuaban cayendo sobre el globo blanco de los pies. 
De pronto apareció una forma ovalada en torno a la Virgen con una inscripción en el borde interior que decía: "María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti". 
Las palabras formaban un semicírculo que iniciaba a la altura de la mano derecha, pasaba por arriba de la cabeza de María y terminaba a la altura de la mano izquierda. Es aquí donde la Virgen le pide a Catalina que acuñe una medalla según lo que está viendo. 
La aparición dio media vuelta y en el reverso estaba una “M” con la cruz sobre una barra, la cual atravesaba la letra. Debajo estaban el corazón de Jesús, circuncidado con una corona de espinas, y el corazón de la Virgen María, traspasado por una espada. Alrededor había doce estrellas. 
La manifestación se repitió hacia fines de diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. En un principio la medalla era llamada “de la Inmaculada Concepción”, pero cuando se expandió la devoción y se produjeron muchos milagros, se le llamó “La Medalla Milagrosa”, como es conocida hasta nuestros días.
 

 

  
BEATO P. MIGUEL PRO,
 MÁRTIR DE LA GUERRA CRISTERA EN MÉXICO
23 DE NOVIEMBRE
 
 


Miguel Agustín Pro nació en 1891, en Zacatecas, México, en una familia acomodada. Creció recorriendo las minas y compartiendo con los trabajadores. Tenía un gran sentido del humor y talento para hacer caricaturas. 
Cuando sus dos hermanas entraron a la vida religiosa, su madre, al ver que Miguel se sintió muy triste, lo invitó a un retiro y de allí salió decidido a ser sacerdote jesuita.
A sus 20 años ingresó al seminario y con el paso del tiempo, ante la situación cada vez más difícil que vivían los católicos, él y sus compañeros fueron enviados a estudiar a California. Posteriormente partieron a España y fue ordenado sacerdote en 1925.
Cuando retornó a México, encontró un país devastado en el que los cristianos resistían los abusos del gobierno. Entonces inició un trabajo pastoral parecido al de la Iglesia primitiva.
Organizó estaciones ocultas de comunión, que los primeros viernes sobrepasaban los 1200. Se celebraban Misas y adoraciones Eucarísticas secretas, en la que participaban ricos y pobres. 
El presidente Calles y la policía buscaban acabar con estas organizaciones. Arrestaban a los líderes y practicantes católicos, los torturaban y mataban. Pero el P. Pro se las ingeniaba para escabullirse.
Un día, mientras la policía lo buscaba por las casas para matarlo, él dictaba conferencias espirituales en un teatro a más de un centenar de muchachas del servicio y ninguna de ellas dijo dónde estaba el presbítero.
Otra ocasión, el P. Pro iba en un taxi y se dio cuenta que lo seguían, entonces pidió al taxista que siga avanzando, mientras él disimuladamente se lanzaba a la calle. Luego se puso a caminar como borracho para despistar a las autoridades, quienes lo reconocieron cuando el Beato ya se les había escapado. 
El P. Pro se convirtió en el líder principal del movimiento, que tenía como lema “Viva Cristo Rey”. Por ello, el Presidente Calles lo mandó a arrestar con acusaciones falsas. Finalmente, para evitar que se matara a católicos presos, el sacerdote se entregó. 
El 23 de noviembre de 1927 le dijeron que expusiera su último deseo. El P. Pro negó los cargos de complot que se le imputaban, pidió unos momentos para rezar, se arrodilló y, entre otras cosas, dijo: Señor, Tú sabes que soy inocente. Perdono de corazón a mis enemigos".  
Antes de ser fusilado, extendió los brazos en cruz con el Santo Rosario en una mano y el crucifijo en la otra. Luego gritó: “¡Viva Cristo Rey!” Le dispararon y cayó por tierra el cuerpo del valiente mártir de la guerra cristera. Fue beatificado por San Juan Pablo II en 1988.
 




SAN  JUAN BERCHAMANS
EL HERMANO ALEGRE DE LOS JESUITAS
26 DE NOVIEMBRE


 
 
 San Juan Berchmans nació en 1599 en Bélgica. Su padre era zapatero y su madre se caracterizó por su frágil salud, por lo que el pequeño Juan cuidaba a sus hermanos y ayudaba en los quehaceres de la casa. A los 10 años un sacerdote le dio un oficio y con su paga colaboraba con los gastos familiares.
Años después se trasladó a Malinas, donde trabajó como empleado de un canónico y cuidando a dos chicos holandeses. Con el tiempo se fundó en aquel lugar un colegio jesuita, al que Berchmans decidió ingresar.

Su padre se opuso rotundamente pero se sorprendió con la firme decisión de su hijo. Estando en el noviciado de los jesuitas, le comunicaron a Juan que su madre estaba agonizando pero el joven no retornó a casa y envió una carta piadosa a sus padres.

Meses después de la muerte de su madre, el padre de Berchmans ingresó al seminario y tras un tiempo de formación fue ordenado sacerdote.

San Juan recibió el apodo de “el hermano alegre” porque siempre fue amable, jovial y atento con los demás. Se decía que si alguno estaba de mal humor, la compañía del Santo lo alegraba. Todo esto lo hizo por amor a Dios y al prójimo ya que le costaba personalmente la vida comunitaria.

Tenía una tierna devoción por la Santísima Virgen María, lleno de confianza y cariño filial. Estaba convencido de que “si logro amar a María, tengo segura mi salvación; perseveraré en la vida religiosa, alcanzaré cuanto quisiere; en una palabra, seré todopoderoso”.

Solía repetir diariamente “quiero amar a María” y un año antes de morir firmó con su sangre la siguiente promesa: “afirmar y defender donde quiera la Inmaculada Concepción de la Virgen María”.

En 1618 fue enviado al Colegio Romano de los jesuitas en Roma, donde una vez más sobresalió en los estudios y deberes. Poseía una inteligencia prodigiosa y durante su vida llegó a dominar varios idiomas como el inglés, francés, alemán, flamenco, italiano, latín y griego.

Poco a poco se fue ganando el cariño de sus nuevos formadores y compañeros. Luego de un certamen en el colegio, tuvo que ser ingresado a la enfermería por unos dolores de cabeza.

Su superior ya se había percatado meses antes de estos malestares y de su cansancio crónico, pero casi nadie lo había notado debido a que Berchmans siempre estaba atento a servir y a realizar los deberes, que él unía a la Pasión de Cristo.

Su salud fue decayendo hasta que partió a la Casa del Padre el 13 de agosto de 1621 producto de un “total agotamiento”. Notoria fue su alegría al morir y sus últimas palabras fueron: “Jesús, María”.

Fue beatificado en 1865 por el Beato Pío IX y canonizado en 1888 por el Papa León XIII. Su fiesta se celebra cada 26 de noviembre.
 
 



SANTA CATALINA LABOURÉ,
VIDENTE DE LA MEDALLA MILAGROSA
28 DE NOVIEMBRE





El 28 de noviembre la Iglesia celebra a Santa Catalina Labouré, vidente de la Medalla Milagrosa, a quien la Virgen le dijo: “Dios quiere confiarte una misión; te costará trabajo, pero lo vencerás pensando que lo haces para la gloria de Dios”.
 
Santa Catalina Labouré nació en Francia en 1806 en una familia campesina. Quedó huérfana de madre a los nueve años y le pidió a la Virgen que fuera su madre. Su hermana fue admitida como monja vicentina y Catalina tuvo que ocuparse de las labores del hogar por lo que no pudo aprender a leer, ni escribir.
 
Más adelante le pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento, pero él se lo negó. Entonces le pedía al Señor que le concediera este deseo. Tiempo después vio en sueños a un sacerdote anciano que le dijo: “un día me ayudarás a cuidar a los enfermos”.
 
A los 24 años visitó a su hermana religiosa y en el convento vio la imagen de San Vicente de Paúl y se dio cuenta que él era el sacerdote que vio en sueños. Desde entonces se propuso ser hermana vicentina y no se detuvo hasta ser aceptada en la comunidad.
 
Fue enviada a París, donde realizó los oficios más humildes y estuvo al cuidado de los ancianos de la enfermería. El 27 de noviembre de 1830 la Virgen María se le aparece en la capilla del convento y le pide que acuñe la Medalla de acuerdo a lo que estaba viendo en la aparición.
 
Con el tiempo y ante la intercesión del confesor de la Santa, el Arzobispo de París permitió fabricar la medalla y empezaron los milagros, tal como lo había prometido la Virgen.
 
A la muerte de su confesor, que sabía todo de las apariciones, le sustituye uno que al escuchar los hechos extraordinarios no la comprende. Mientras tanto, Santa Catalina guardaba en secreto su historia con la Virgen hasta que le renovaron el confesor.
 
La Santa sabe que se acerca el tiempo de partir y, después de pedir consejo a la Virgen, confía su secreto a la superiora, quien consigue que se erija en el altar una estatua que perpetúe el recuerdo de las apariciones.
 
Partió a la Casa del Padre a los 70 años, un 31 de diciembre de 1876. Cincuenta y seis años después, cuando se abrió su sepultura para el reconocimiento oficial de sus reliquias, se halló su cuerpo incorrupto. Fue beatificada por Pío XI en 1933 y canonizada por Pío XII en 1947.
 
 

 
 
TODOS LOS SANTOS DE LA FAMILIA FRANCISCANA

Fiesta para la Familia Franciscana

29 DE NOVIEMBRE 
 
 

La Familia Franciscana celebra la fiesta de todos los santos y santas franciscanos, en el aniversario de la aprobación de la Regla de los Hermanos Menores, por el papa Honorio III, el 29 de noviembre de 1223. A lo largo de ocho siglos, el frondoso árbol franciscano no ha dejado de dar frutos de santidad, y suman casi el medio millar los santos y beatos de las Tres Órdenes, que han sido reconocidos como tales por la Iglesia.

Santos y santas de todas las épocas, de todas las capas sociales, de todas las culturas, que han iluminado con luz propia el universo de la santidad de la Iglesia. ¿Quién puede contar, además, esa muchedumbre de hermanos, hermanas y seglares sin nombre y sin rostro que han vivido la santidad evangélica, que han hecho del proyecto de Francisco la pasión de toda su vida? Es un inmenso capital de santidad, de amor, de sacrificio, de entrega, que garantiza la lozanía perenne de Francisco de Asís, y muestra la vitalidad y autenticidad evangélica del mensaje franciscano.

Esta fiesta  es un motivo de gratitud a  Dios y una llamada de atención para nosotros,  pues nos exigen actualizar hoy el mensaje evangélico de Francisco mediante la santidad de vida de todos aquellos que lo tenemos por padre, inspirador, guía y ejemplo.

El papa Honorio III, el 29 de noviembre de 1223, aprueba la Regla de la Orden. Por ello  hoy toda la Familia Franciscano, realizaremos la renovación de nuestra Profesión Religiosa, en el aniversario de la aprobación de la Regla de San Francisco. 

¡Felicidades a toda la Familia Franciscana!


 
 
  
SAN ANDRÉS, APÓSTOL

30 DE NOVIEMBRE
 
 
 
Andrés, nacido en Betsaida, fue primeramente discípulo de Juan Bautista, siguió después a Cristo y le presentó también a su hermano Pedro. Él y Felipe son los que llevaron ante Jesús a unos griegos, y el propio Andrés fue el que hizo saber a Cristo que había un muchacho que tenía unos panes y unos peces. Según la tradición, después de Pentecostés predicó el Evangelio en muchas regiones y fue crucificado en Acaya.